GR3

GR3: Etapa 10ª (09-06-2018)
Manresa - Navarcles. 
 
-       A pleno sol.
Cada año por estas fechas, cuando aprieta la calor y olisqueamos la llegada de la época estival, los GRManos salivamos como el perro de Pàvlov a preparar nuestro  estómago para devorar el menú que pondrá punto y final a las caminatas de la temporada en ciernes.
Aunque parece ser que, ya, ni las perspectivas de caminar poco y comer mucho, surgen efecto. ¡Mejor para Antonio y Maribel que ahorran en bocatas y trabajo!
A pesar de que son solo 11 míseros kilómetros los que nos esperan en la “dura” jornada gastronómica, se mantiene el madrugador horario de salida.
Hoy no regalamos bostezos a la hora del encuentro en la parada del bus. Sí, sin en cambio, compartimos el extraño sol que surca el horizonte. Fenómeno insólito durante los últimos meses, pues casi nos hemos convertido en el país de la lluvia.
Acallados los lamentos por el ilógico madrugón nos acomodamos en el aseado y limpio autocar -hoy sí, Evaristo- para poner rumbo a la comarca del Bages.
Si algo nos ha enseñado la experiencia es que conviene no adentrarse mucho en las urbes y evitar, con ello, los tramos asfaltados. Por dicho motivo, esta mañana bordeamos Manresa y comenzamos la caminata a las afueras de la ciudad.
De salida, el camino discurre encajonado entre la ruidosa autopista y las calladas parcelas de cultivo. A un lado los alocados automovilistas bramando por asfalto, camino del trabajo o de las residencias de fin de semana. Al otro, los pacientes hortelanos trajinando en sus huertas al son de la calma matinal. Y en medio, nosotros, avanzando por el sendero junto nuestros compañeros circunstanciales, charlando de cosas banales, riendo sin motivo aparente, maldiciendo al "pagès" que ha atado las ramas de su cerezo para evitar que los dulces frutos estén al alcance de nuestras manos, o simplemente intentando no quedarnos rezagados de buena mañana.
-       La vuelta al redil y el Parc de l’Agulla.
Como alguno/a de nosotros llevamos varias etapas sin dar señales de vida, hoy disfrutamos de esta jornada de reencuentro. Las ganas por conocer los avatares de aquellos/as con los cuales hace tiempo que no compartimos experiencias propicia que haya un inusual cambio de parejas (¡parejas hablantes, que os conozco!). Constantes son también los cambios de rumbo durante los primeros kilómetros de la etapa: ahora hacia el norte, luego al sur, después al este, más tarde a oeste; o los repetidos puentes que nos obligan a cruzar, de un lado a otro, por encima de las dos principales vías de comunicación de la zona: C25 y C55.
Cuando transitamos por el triángulo que forman las dos vías automovilísticas y un camino vecinal descubrimos el Parc de l’Agulla. El mágico enclave nos regala la armonía de su conjunto, la quietud de sus mansas aguas, la exuberancia de su cuidada vegetación, la belleza de sus vistas y el atrayente relax de su zona de ocio. La parada junto al lago nos sirve de excusa a la mayoría para empaparnos de la belleza de lugar. Mientras, los expertos fotógrafos se parapetan tras los objetivos de sus cámaras para capturar las preciosas vistas que el enclave nos depara e inmortalizar a las “ministras y ministros” para la posteridad. A los más previsores les sirve, incluso, para airear los bocadillos de jamón preparados por Antonio y Maribel para homenajear al jubilado.
-       Un desayuno festivo.
Una vez reconfortada la vista reemprendemos la marcha y cruzamos de nuevo el Eix Transversal (C25), para avanzar en paralelo a la sequía de Manresa, camino de Sant Iscle. Vista la proximidad de Sant Pedor, algún mal pensado opina que deberíamos saltarnos lo que resta de la etapa y encaminarnos, sin demora, al restaurante, para una vez allí, apoltronados en las mesas del establecimiento, dar buena cuenta de los bocatas de celebración y coleccionar montones de envases de cerveza vacíos. Pero no, los designios del día van por otro lado. Así, tras dejar atrás el Mas de Sant Iscle, doblamos a la derecha para cruzar de nuevo la C25.
Al pasar junto a un campo de sembrados nos pide paso un ciclista y nada más adelantarnos detiene su marcha con un brusco frenado. De no haberlo hecho, hubiera atropellado a dos serpientes que tomaban el sol en medio del camino de tierra. Aunque, por su enrevesado acercamiento, bien podrían estar practicando otras calurosas actividades. A pesar de que nos detenemos junto a ellas para que nos aclaren el entuerto, las esquivas reptiles se hacen las sordas y, tras deshacer el lazo, se ocultan en los hierbajos de la cuneta antes de hacerlo en el sembrado. 

 A las afueras de Manresa nos desviamos a un bosquecito. El lugar (acogedor, tranquilo y a cubierto de las miradas indiscretas), nos permite dar buena cuenta del delicioso bocadillo obsequio del sesentón. Una vez consumido el manjar y los suplementos que suelen aparecer tras el postre (té, chocolate, café, galletas, vodka etc...) aprovechamos la ocasión para celebrar que el compañero Antonio Gil comienza un nuevo periplo en su existencia. Rodeados de vegetación montamos un improvisado festival músico –literario en honor del agasajado. Jaume Valls le regala al compañero varios párrafos y algunos versos que versan sobre la amistad y la camaradería que reina en GRManía. Para cerrar el acto, todos juntos desentonamos a coro una festivalera canción adaptada para la ocasión. Por suerte, las nubes ya están cansadas de remojar el campo y hacen caso omiso a nuestra insufrible interpretación musical. En otra época hubieran descargado toda su ira sobre nuestras cabezas. ¡Dios, que bien desafinamos!
Concluido evento festivo retomamos la senda abandonada. Nada más ponernos en marcha alcanzamos la zona comercial ubicada en la zona norte de Manresa, salvamos la C55 por un puente elevadizo, y dirigimos nuestros a la cercana de Sant Fruitós del Bages. 
-       ¡Dando vueltas!
La llegada a Sant Fruitós se produce en armonía. Sin embargo, nada más alcanzar las primeras edificaciones, y para seguir siendo files a nuestro instinto, decidimos poner a prueba la cohesión del grupo y nos saltamos el track. La decisión nos sirve para serpentear un poco por las callejuelas del pueblo y a largar, de paso, la cortísima etapa de hoy.
Tras cruzar el poblado, recuperamos la senda correcta y cogemos el camino que conduce al Monasterio de Sant Benet. Avanzamos durante un corto periodo de tiempo por medio del campo orientado en dirección este, disfrutando de las maravillas que la naturaleza nos regala: preciosos campos sembrados de cereal a punto de germinar, multitud de flores coloreando el paisaje, praderas vestidas de un verde inigualable; árboles tocaos de copas recubiertas de hojas exuberantes; avecillas revoloteando por encima de nuestras cabezas; regueros y riachuelos rebosantes del agua de las últimas y repetidas lluvias…
-       Sant Benet y El Llobregat.
Al alcanzar la cota de la jornada, abandonamos los campos de cultivo y nos adentramos en una amplia pista forestal. En un cruce de caminos desde el cual se divisa el Monasterio de Sant Benet detenemos los pasos para reagruparnos.
A pesar de que durante las últimas semanas apenas si hemos disfrutado del sol todos buscamos la sombra y nos cobijamos bajo las frondosas copas de los árboles. Para desgracia mía, mientras platico con algunos compañeros noto cómo los mosquitos se ceban con mis piernas. Conocedor de la predilección que estos indeseables sienten por mi sangre, me alejo del lugar y me planto a la solana. ¡Mejor acalorado que achicharrado!

Tras un entretenido periodo de descanso a la sombra del arbolado nos ponemos en marcha en dirección opuesta al Monasterio. Se alzan algunas voces contrarias al rodeo, pero nadie osa cuestionar las órdenes de los impulsores. Total, un par o  centenares de metros, en una etapa de paseo, no supone demasiado esfuerzo.
De camino al Monasterio por la ruta inventada atravesamos un pequeño bosque  antes de descender a la exuberante cuenca del Llobregat. El río presenta un aspecto insólito para la época en que nos encontramos: el caudal bastante más generoso de lo suele ser habitual a primeros de junio y las aguas teñidas de marrón fruto de las últimas tormentas.  
El paso por el Monasterio de San Benet es meramente testimonial. Nadie parece querer purgar sus incontables pecados. Si acaso, tomar una cerveza. Pero como escasean las facilidades para el consumo y la oración no parece atraer demasiado a los presentes, desterramos rezo y bebida y abandonamos el lugar sin contemplaciones.
Tras dejar atrás el lugar de recogimiento nos adentramos en una calle asfaltada que discurre en paralelo al caudaloso río. En desorganizada hilera, avanzamos por la acera mientras asaltamos las moreras cargadas de rica fruta. Momentos antes de dar por finalizada la caminata, con las manos pegajosas y los estómagos repletos de azúcar, cruzamos el puente sobre el río Llobregat y nos presentamos en de Navarcles.
-       Muchas cervezas, una comilona y la grandeza de GRmanía.
Debido al escaso kilometraje de la etapa y a que nadie se ha perdido ¡cosa rara! la caminata concluye a una hora inusual. Ante tamaña oportunidad, la mayoría de GRManos se apresuran a ocupar las sillas de céntrica plaza del pueblo para reponer líquidos. ¡No agua, no, cerveza a raudales!  

Una vez saciada la sed nos desplazamos hasta la cercana población de Sant Pedor para reponer fuerzas en el Restaurante L’Olivera, concertado con acierto y  maestría por Maribel. Vaya por delante nuestra más sincera felicitación hacia la encargada de gestionar el evento. Enhorabuena por llevarnos a un lugar pulido; por ofrecernos un menú excelente y por acordar un precio ajustado. ¡Cómo lo sigas haciendo tan bien, no te quitarás el “muerto” de encima nunca, Maribel!
La conmemoración refleja la camaradería que reina en el grupo. La celebración de la jubilación de Antonio resulta amena y divertida ¡por muchos años amigo! y los actos programados para la ocasión ―cierre de la temporada y homenaje a los compañeros/as que están pasando por momentos difíciles― son un fiel reflejo de la humanidad, la grandeza y la cohesión de GRManía dentro de la diversidad.

¡Feliz verano a todos y hasta el próximo “curso" amigos!
Restaurant – Brasseria L’Olivera. Sant Pedor de Bages.

Blog de GRManía:

Sant pedro de Bages.
Sábado, 09 de junioo de 2018.

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GR3: Etapa 7ª (10-03-2018)
Cardona - Salo.
 
-       Microbús en ciernes.
Dice la sabiduría popular que la vida es cíclica: que venimos de la nada y a la nada volveremos; que niños nacemos y a la niñez nos encaminamos al alcanzar la vejez. ¡Que en esta vida solo hay nacer y morir, y lo demás es cosa vana (Cristobal Medina)!
¿Valdrá también esta reflexión para dictaminar el futuro próximo de GRManía?
Los viejos fundadores recordarán cómo, en su origen, el grupo lo formaban cuatro amigos que se desplazaban en sus propios automóviles para realizar las rutas. Que, poco a poco, la pandilla comenzó a engordar y fue necesario aparcar los vehículos particulares y sustituirlos por uno de transporte colectivo. Que la familia siguió aumentado sin parar hasta superar, con creces, el número prohibido. ¡No más de 30, decían los expertos! Que no hace mucho tiempo más de uno rezaba, a la Virgen del Camino, la noche anterior a la caminata, para que algún pasajero achaque horadara la salud de alguno de los miembros de Gramanía, y así caber todos en el autocar. ¡No había plaza para tanto andarín en el bus! ¡Qué tiempos aquellos de insomnio nocturno y pánico a quedarse en tierra!
Bueno, pues, o cambia de manera drástica el panorama actual, o los presagios van camino de hacerse realidad en un plazo no demasiado lejano. Lo del autocar lleno se antoja ya un sueño del pasado, pues apenas cubrimos mitad del pasaje. El nuevo escenario ha hecho que el debate surja a escena, y en la última etapa, ciertos GRmanos divagaban sobre el inminente regreso a los días del microbús.
Esperemos, y confiemos, que las aguas vuelvan a su cauce y que recuperemos pronto los días de bulliciosa concurrencia. ¡Cuantos más seamos, más reiremos!
-       ¡Dichosos los ojos!
Después de unas cuantas jornadas de abandono, hoy reaparece en escena Catí ¡Dichosos los ojos! Los mal pensados creíamos que habías renunciado a tu cargo de coordinadora y relaciones públicas, y a tu generoso sueldo vitalicio. Pero como observamos que solo has dimitido el trabajo, que no los emolumentos, nos vemos en la obligación de presionar al tesorero, para que este proceda a descontar de tu “generosa nómina” GRMana la parte proporcional correspondiente a los trabajos no realizados. Y una vez aplicado el recorte, lo distribuya, de manera equitativa, entre el resto de mozas colaboradoras y aquellos varones que somos proclives al soborno. Por cierto, aunque yo faltaré a las próximas etapas, mi paga es sargada. Que no os quepa la menor duda... ¡para eso soy amigo del contable!
Por descontado que también echamos en falta a otros compañeros y compañeras que hace tiempo que no nos acompañan, pero estos tienen motivos más que razonados para justificar su ausencia. Un saludo para los convalecientes Josep Ferrer y Mª Àngels. ¡Os queremos pronto con nosotros!
 -       En puertas de la primavera.
La mañana se ha despertado vestida con la niebla y el trayecto en autocar hasta el punto de partida lo realizamos bajo la espesura de la bruma. La visibilidad es tan reducida que, en el ascenso por la curvada carretera que conduce a Cardona, apenas distinguimos la linde de la vía asfaltada. Ni rastro de la urbe y su castillo.
La de hoy es jornada de camaradería obligada. La etapa no ofrece más que una sola  opción y eso nos condena a caminar agrupados. Dispersos y erráticos, como casi siempre, pero… qué remedio… ¡Una sola opción, un solo grupo!
Nada más abandonar el parquin localizado en las afueras de la localidad, nos adentramos en el bosque que delimita los confines de la zona urbanizada.
Pronto nos percatamos de que la benigna climatología de las últimas semanas ha cambiado por completo los elementos y el paisaje. ¡Qué alegría para los sentidos!
Un invierno como Dios manda, ha sepultado las cumbres bajo un generoso manto de nieve; ha rellenado un poco los deshidratados acuíferos; ha henchido los ríos con un rebosante caudal, y ha preñado la tierra con la bendición del agua. El suelo del bosque rezuma humedad, los silenciosos campos de cultivo muestran sus encantos, y las praderas reverdecen esplendorosas.
El polvo y la aridez han desaparecido de las sendas y la superficie, mullida, invita a caminar. Los caminos, como no podría ser de otra manera, están reblandecidos por el agua y repletos de charcos en las hondonadas. Perfectos para caminar, salvo que vayas mirando al tendido y te empantanes en un charco embarrado, como le sucede a quien yo sé. Algunos no cambiaremos nunca. ¡Somos así!   
Tras un recodo del camino nos topamos con un grupo de rumiantes enclaustrados en una zona bastante umbría del bosque. No sé yo si estos serán de mi opinión,  con respecto a las bonanzas del agua caída del cielo, pues el suelo del cercado donde se encuentran encerrados es un autentico barrizal. La zona que rodea a los comederos está completamente enfangada, y acercarse a los mismos obliga a los mamíferos a hundirse hasta los corvejones. No digamos nada si de lo que se trata es de descansar tumbado en el suelo. ¡Que se lo pegunten al sufrido toro cuyo corpachón permanece casi hundido entre el pastizal, mientras por los poros de su piel va absorbiendo la humedad que rezuma en la superficie!
-       A lo nuestro: Comer y hablar.
A pesar de que la etapa es relativamente corta, la hora del desayuno se retrasa un poco más de lo habitual. Por fin, tras una exhaustiva búsqueda, localizamos una zona del camino, delimitada por varias rocas, que nos invita a detenernos.
La mayoría de GRManos acomodamos nuestras posaderas en las superficies rocosas para evitar la humedad. Otros, sin embargo, deciden permanecer en pie. Ya sea por no haber localizado un lugar apropiado donde aposentarse; para no ensuciar su impoluto uniforme; o para disimular sus achaques cuando llegue la hora de levantarse, el caso es que se mantienen erguidos y nos miran desde las alturas mientras devoran sus menudencias (bocatas, frutos secos, fruta… etc).
Mientras avanzamos por el amplio camino, vamos cambiando de compañeros de fatigas y vamos alternando conversaciones banales con confidencias personales.
En un momento del trayecto, coincidimos Cati, Paquita, Pepe, Rafa y un servidor y el nivel de la conversación alcanza cotas insuperables. Ni que decir tiene, que nos vemos obligados a vetar la participación de otros compañeros/as para evitar que el nivel de la plática decaiga a un nivel inaceptable. ¡Del tema, mejor callar!
Tras abandonar el grupo de eruditos, me integro en otra facción menos numerosa formada por Sonsoles y María Morales, y entablo conversación con ellas.  Muy a pesar mío, debo reconocer que las dos mozas disertan con maestría sobre varios temas y que hubieran sido unas dignas tertulianas en el grupo de los sabios. En el próximo debate os incluiremos como participantes. ¡Sin cobrar, por supuesto!
-       Tras la niebla una espléndida mañana.
Conforme avanza la jornada el sol comienza a desperezarse y poco a poco le va ganando la partida a la niebla. A media mañana, por fin, el astro vence a las tinieblas y, parsimonioso, se eleva por el horizonte calentando la tierra y el alma de los caminantes. El cuerpo ya va calentito. Bocatas, suplementos, vino, licores, té, y quizás también el caminar, ya lo han entonardo a conciencia.
Resulta curioso comprobar cómo, lo que no consiguen nuestros aguerridos guías, es capaz de conseguirlo la sabia naturaleza. Así, mientras solo algunos camaradas se detienen para esperar a los compañeros rezagados y proceder a la reagrupación de la cuadrilla, la aparición de una llamativa salamandra sirve para que todos, sin excepción, detengamos nuestros errátivos pasos y nos amontonemos, para curiosear, en torno al anfibio urodelo durante un buen rato. ¡Ver para creer!
La etapa zigzaguea de forma desorientada por medio de amplias zonas boscosas que despiertan del letargo invernal. De tanto en tanto debemos saltar el cauce de regueros y riachuelos que, tras la angosta sequía, discurren alegres al son de sus cantarinas aguas. Entre los claros del bosque, salteados, emergen también numerosos campos de cereal cuyos frescos tallos tiñen de verde el paisaje. Los árboles de floración temprana se adornan con el colorido de las flores que darán origen a los venideros frutos. En los márgenes del camino ,ino, obsrvamos los En las proximidades de estas zonas de cultivo se alzan algunas masías solitarias que muestran la decadencia de sus, otrora, majestuosas edificaciones. Nos topamos, también, con un par de iglesias-santuarios, alejadas de las zonas pobladas, a las cuales no les vendrían mal algunos retoques en su estructura y, sobre todo, un buen coro de feligreses que dieran sentido a su original función de culto religioso.
A pesar de que en el último mes las temperaturas han sido algo gélidas durante varias jornadas, el intenso frío apenas ha conseguido diezmar la nutrida población de procesionaria que infecta las coníferas. Las copas de los pinos se encuentran infectadas por multitud de nidos en cuyo interior dormitan las dañinas orugas. La bonanza de la mañana las ha animado a desplazarse, en procesión, en búsqueda de nuevos inquilinos a los cuales colonizar, y de acículas sanas con las cuales alimentarse. Disponen de unas cuantas horas para completar el trayecto, alimentarse, buscar nuevo asiento y confeccionar el nuevo nido. Si, la temperatura bajara de forma considerable – a causa de descenso brusco, o porque se les echara la noche encima – su cuerpo no aguantaría las inclemencias y perecerían de frío. Atravesando en fila el camino, agrupados en las lindes de los mismos, y en la base de los árboles, nos encontramos con varios grupúsculos de urticantes gusanos. Unos pasan a su lado sin hacerles caso; otros huyen de ellos para evitar el contacto; y los más osados, los pisoteamos con saña hasta destriparlos a todos y cada uno de los integrantes. A mediados de mayo, los supervivientes, se enterrarán en el suelo, para emerger como mariposas, a finales del verano, y aprovechar sus 24 horas de vida para copular, hacer la puesta en los nidos y dar por finalizada su vida, iniciando de de esta formar el nuevo ciclo de metamorfosis de la “Thaumetopoea pityocampa”.
-       La pérdida habitual, el atasco inesperado y asalto al bar.
¡Qué sería de nosotros sin las pérdidas? A pesar de que lo intentamos por todos los medios, y de la advertencia de los compañeros de la avanzadilla, no tenemos solución. Enfrascados en nuestro lunático mundo, los rezagados, al cruzar el riachuelo cercano a Salo, desoímos las indicaciones de los que nos precedían y cogemos un camino equivocado. A consecuencia del extravío debemos añadir un kilometro más al recorrido de la etapa y acometer la subida al poblado por la carretera asfaltada.
Con unos minutos de retraso, con respecto a los que han avanzado por la senda correcta, nos presentamos en la meta: Salo.
Una vez agrupados todos, nos colocamos junto a un árbol que hay al lado de la carretera y procedemos realizar la típica foto de grupo. El momento sirve para que los más veteranos rememoren aquel lejano día, de hace 10 años, cuando, los entonces, lozanos caminantes, realizaron el mismo trayecto. pero en sentido inverso, y posaron, bajo el mismo árbol, inmortalizando el instante con otra toma en idéntico lugar.
Tras el posado para la eternidad, nos acomodamos en el autocar y nos ponemos en marcha. La casualidad quiere que, en la primera curva de la estrecha y solitaria carretera, coincidamos circulando, en sentido contrario dos vehículos y nuestro autocar. Ante la imposibilidad material de continuar avanzando, salvo si  queremos tentar a la suerte o despeñarnos por la cuneta, la sabia conductora detiene el vehículo, y solicita la ayuda de algún GRmano, con el fin de solventar el inesperado atasco. Mientras, los vehículos que avanzaban en dirección nuestra, se detienen y, orillados a la cuneta, liberan espacio para el vehículo de transporte colectivo. Al tiempo, dos voluntarios se ofrecen como urbanos ponen pie en tierra. Con insólita maestría, los agentes dirigen la maniobra y nos sacan del atolladero.
Solventado el contratiempo ponemos rumbo a un bar de Callús donde ya hemos repostado en otras ocasiones. Sin embargo, esta vez nuestra presencia les pilla por sorpresa, pues nadie se ha encargado de avisar a los mesoneros, como si hacía la moza ausente en anteriores ocasiones. ¡Qué felices somos!
Gracias a la amabilidad de los propietarios del local, en un santiamén, tenemos las mesas dispuestas. Procedemos de inmediato a degustar nuestra comida y a devorar las pastas y bombones que Paco Ortega ha dispuesto para celebrar su aplazado aniversario. ¡Muchas gracias y muchas felicidades amigo Paco!
Como la jornada va de recuerdos, entre nosotros recordamos otras efemérides celebradas en el citado establecimiento hace tiempo. Entre ellas la dramatización de un cuento que Doña Mª Morales y Maese Pedro nos regalaron por Sant Jordi.
Concluido el ágape, ponemos rumbo al autocar y al legar a él alguno se lamenta de no haber vaciado la vejiga en el lavabo del citado establecimiento. Yo, que ya sufrí el escarnio por detener el autocar para miccionar - aunque otros que no abrían la boca también se bajaron para lo mismo - me escondo tras un  montículo y procedo en consecuencia. Alguna moza que se percata de mi actuación, envidia mi facilidad  pero deniega imitarme por temor a ser pillada infraganti. ¡Se dice el pecado pero no la pecadora!
Bar STOP. Callús.
  
Blog de GRManía:

Callús
Sábado, 10 de marzo de 2018.
  
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GR3: Etapa 6ª (17-02-2018)
Solsona - Cardona.
 
-       Un  ilustre ausente y dos jóvenes novatos.
El frío sigue encogiendo los cuerpos, arrugando las almas y propagando los virus. Los años no pasan en balde y los achaques invernales parece que han horadado la salud de varios de los nuestros compañeros. Como consecuencia de ello, volvemos a ser un grupo bastante reducido. 
De entre todas las ausencias, la más dolida y comentada de la jornada, destaca la de Josep Ferrer, que se halla en pleno proceso de recuperación de la intervención quirúrgica a la cual fue sometido la semana anterior. Todo nuestro cariño, mucho ánimo, y nuestros mejores deseos de una pronta y total sanación. Nos quedan, aún, incontables lugares por descubrir; infinitos caminos por recorrer, demasiadas conversaciones por mantener y muchas festividades por celebrar. ¡Salud, amigo! ¡Esperamos y deseamos volver a verte pronto con nosotros, Josep! 
Como contrapeso a las citadas ausencias, hoy nos acompañan, para sorpresa general, dos jovenzuelos: Guillem y Pau descendientes de Inés Díaz y Paco Ortega. 
La presencia de Guillem podría considerarse como algo no habitual, pero factible, al vivir en Terrassa, pero la de Pau resulta del todo  inesperada, pues su residencia actual se ubica en tierras almerienses, y pocos so os los que estamos al cabo de su regreso temporal a la ciudad que le vio nacer y donde discurrió su infancia. ¡Bienvenidos jovenzuelos! ¡Habéis conseguido disimularr, un poquito nada más, la media de edad del grupo! ¡Savia nueva entre tanto árbol añoso!
-       Un invierno como los de antes.
Ya se nota el avance de los días en la estación, y nada más abandonar Terrassa comienza a clarear por el horizonte. Al penetrar en la comarca del Bages, las nubes que flotan silenciosas en las aturas absorben los reflejos de la claridad recién estrenada. ¡A estas horas, nadie diría que la lluvia es una amenaza! 
Como el hábito hace al monje, la bonanza climatológica de las últimas estaciones invernales nos ha hecho creer que el frío era cuestión del pasado. Nada más lejos de la realidad. Al final, todo vuelve a sus orígenes, y el despertar de la naturaleza, por tanto, nos ha pillado desprevenidos. Llevamos algunas semanas, como las de antaño, donde el frío, las heladas, y las nevadas eran el pan de cada día de nuestra añorada infancia. Así, ante los rigores de este inusual invierno, todos vamos bien abrigados. Algunos, incluso, llevamos ropa y calzado de recambio por si se cumplen las previsiones climatológicas que anuncian lluvia para el mediodía. 
Para alegría general, hoy hace menos frío que el habitual en las últimas jornadas. Sin embargo, la salida de Solsona, a través de un camino que avanza en paralelo a la de la cuenca de un riachuelo, hace que la humedad se incruste en nuestros huesos, y cuerpo, cara y manos, se contraen para protegerse de las inclemencias. 
Pronto abandonamos la vega del arroyo y nos adentramos en la campiña adormecida. El suelo por el que avanzamos esta humedecido por la reciente nevada, y encontramos algún que otro charco producto del deshielo. El sol se mantiene oculto tras las nubes; el viento sigue calmado; y animales y lugareños parecen acostados o enclaustrados en sus aposentos. ¡Nos rodea el silencio!
Cerrando el valle, al norte y a nuestra izquierda, divisamos con claridad e inmenso gozo las maravillosas vistas del Port del Compte y el Pedraforca, cubiertos por la nieve de la semana anterior. Más atrás, entre las estribaciones del Prepirineo que nos rodea, y en la lejanía, divisamos algunas cumbres del Pirineo sepultadas por una generosa capa de inmaculada nieve.
-       De pérdida en pérdida… camino del pantano.
Apenas si hemos iniciado la etapa, al toparnos con un solitario polígono industrial, nos despistamos ¡cosa rara! y nos adentramos por una senda equivocada. Suerte que algún espabilado se percata del error y nos pone en cuarentena. Debido a la proliferación de “jefes”, y a la singular organización, necesitamos un buen rato de discrepancias, discusiones y reflexión, para podernos de acuerdo y retomar el rumbo correcto. Es el sino de nuestro grupo: ¡varios encargados por trabajador! 
Conforme avanza la mañana, vamos perdiendo y recuperando la senda correcta, como si del Guadiana se trataba ¡Florenci, vuelve y pon un poco orden! 
En torno a las diez de la mañana nos detenemos en un recodo del camino para desayunar. Tras la ingesta de los bocatas, compartimos los suplementos que suelen ser habituales: galletas, chocolates, frutos secos, vino, aguardiente… y té. Bueno, el té no nos alcanza a varios de nosotros. Parece ser que el señor Castillo se ha olvidado de sus verdaderos amigos y se ha vendido a los conocidos. ¿Dónde estás Cati? ¡No es que añoremos tu presencia, es que no nos llega el té! 
Nada más retomar el camino volvemos a coger una ruta alejada del track. Tras la correspondiente agrupación, y las habituales discusiones, llegamos a la sabia conclusión de que es necesario retroceder para recuperar la senda correcta. 
Desandamos unos doscientos metros y nos adentramos por un estrecho sendero cubierto de maleza y matorrales, que permanece semi oculto entre la naturaleza del bosque. Poco a poco vamos ascendiendo la cuesta hasta alcanzar una planicie, donde se alza una solitaria masía rodeada a campos de cultivo. Al pasar por la finca sale a nuestro encuentro una jauría de chuchos ladradores. Los cánidos, más que amenazadores, se limitan a mantenerse alejados de nosotros, y desde la distancia, a mostrar, con temerosa prudencia, su incomodidad por la invasión de su propiedad, por parte de los alocados intrusos. 
Tras dejar atrás la hacienda perruna, alcanzamos una pista forestal que discurre por entre los sembrados. A pesar de la nitidez del camino, los de la avanzadilla nos saltamos el cruce, a la izquierda, y a punto estamos de provocar una nueva pérdida. ¡Vaya día! Algún mal pensado lo achaca a una jugarreta de Josep Ferrer, para vengar su ausencia y hacernos pagar los platos rotos de pasadas ocasiones. 
Luego de transitar un rato, de nuevo, por el bosque, alcanzamos la cota y al fondo divisamos el repleto pantano de San Ponç. Entonces, alguien, se percata de las ausencias de Paco Victoria y Pepe Hervás. Como no podía ser de otra manera, los ponemos verdes, despotricamos de su actuación y comenzamos a calibrar el retraso que su irresponsable aventura acarreará al grupo.

Mientras pretendemos descender para alcanzar el pantano, nos damos cuenta de que volvemos a estar extraviados. Un nuevo cónclave convence a los cuerdos de que es necesario volver sobre nuestros pasos para localizar el camino correcto. Sin embargo, los más listillos (Ana, Carmen, Maribel, Evaristo y yo), decidimos hacer odios sordos a la sensatez, tirar por la tangente y lanzarnos a la aventura por la pendiente que conduce al embalse. Avanzamos por entre los árboles, lahojarasca y el matorral; sin senda que seguir; salvando el desnivel y saltando piedras como cabras montesas, con destino a la presa. 
En un claro del bosque, observamos, atónitos, cómo Paco Victoria y Pepe Hervás, avanzan tranquilos y charlando amigablemente por el camino que bordea el pantano. No solo no estaban extraviados, sino que la pareja de descarriados ha avanzado por la senda correcta y llegará al punto de reunión bastante antes que todos nosotros. ¿Quién fue el truhan que osó criticarlos por la espalda? 
Cuando alcanzamos el dique nos reciben los dos amigos y estos se interesan por nuestras andanzas. Con la cabeza gacha, nos vemos obligados a reconocer que ellos, a los que creíamos extraviados, han resultado ser bastante más listos que nosotros. Que su decisión de continuar por el camino forestal, que discurre en paralelo al embalse, las ha conducido al lugar correcto, sin pérdidas, rodeos, ni alocados descensos, y que, además, se han ahorrado centenares de metros. 
Mientras aguardamos la llegada de nuestros compañeros, matamos el tiempo charlando y fotografiando el espectacular paisaje que nos rodea. Las impolutas aguas el pantano absorben la hermosura del lugar y nos la devuelven en forma de reflejos: el bosque de pinos y algunos chopos deshojados, el humo de una fogata, el cielo encapotado, y, al fondo, como si de una obra pictórica se tratara, la majestuosidad de las cumbres nevadas del Prepirineo y el cielo grisáceo de las nubes cargadas de humedad. 
Una vez reagrupados todos, solicitamos la ayuda de una amable deportista que corre por las inmediaciones, paraqué inmortalice el momento con los móviles y las cámaras convencionales. 
Concluido el posado para la fotografía de rigor nos dividimos en dos grupos y reemprendemos la marcha. Unos, los del grupo B, en dirección a Clariana de Cardaner donde concluirán su recorrido; y los otros, los del grupo A, en dirección a la meta: Cardona.
-       Un río cristalino y una granja infame.
Nos alejamos del pantano avanzando por la margen derecha del río Cardaner. Su caudal: manso, relajado y cristalino, nos acompaña durante un buen rato. Él, calmoso, descendiendo pausado y cantarín por la cuenca fluvial; y nosotros, charlatanes y desperdigados, zigzagueando de aquí para allá, a su vera, para salvar los obstáculos de la senda y la frondosa vegetación que nos rodea. 
En las inmediaciones de una nueva masía atravesamos el caudal del río, por un puente, y nos disponemos a continuar avanzando por la margen izquierda. 
La vida es una suma de contrastes. De la belleza del río y sus inmediaciones pasamos, en un santiamén, a un escenario inesperado y desolador.
Al entrar en la propiedad, descubrimos 
varios animales domésticos enclaustrados en sus cercados, cuadras y pocilgas. Las vacas se hacinan en un cobertizo sucio e inundado de boñigas. Parece ser que al ganadero no le importa demasiado que las rumiantes chapoteen en sus propios excrementos, pues el estiércol les llega por encima de las pezuñas y la piel de sus costados está toda “decorada” con la inmundicia de las heces. Poco más adelante nos topamos con unas pocilgas donde gruñen los cerdos. El estado de limpieza de las mismas no mejora en demasía al de sus compañeras de cautiverio. Finalmente, localizamos una nave donde permanecen enrejadas unas cerdas de  engorde en unas condiciones de espacio lamentables. ¡Qué ineptitud, dejadez y desprecio hacia los animales! 
A consecuencia del desgraciado hallazgo, surgen voces críticas sobre el maltrato animal y las insalubres e indignas condiciones de hacinamiento y habitabilidad, que sufren la mayoría de los animales destinados a la cadena de alimentaria. 
Una vez abandonada la morada de los horrores nos adentramos, de nuevo, entre la naturaleza del monte. 
Para sorpresa general, varias vacas que viven en libertad, salen en estampida de entre los árboles y, asustadas, huyen a la carrera de los intrusos, hasta alcanzar una distancia prudencial. Entonces, se detienen y nos observan desconfiadas.
-       ¡Entre Tacks y marcas!
Escrutados por la recelosa mirada de las herbívoras detenemos la marcha. De nuevo parece ser que vamos fuera de track y conviene encauzar el rumbo. Los amantes de las tecnologías se decantan por hacer caso al Tack y olvidarse de las marcas. Los más tradicionales, prefieren hacer caso de las marcas y dejar el Track para ´momentos de pérdida contrastada. En definitiva, que vuelven a surgir las desavenencias sobre qué método debería prevalecer. Tracks o marcas, sea cual fuere, es lo de menos. lo esencial sería que nos pusiéramos de acuerdo. 
Para no tener que volver sobre nuestros erráticos pasos, decimos continuar por sendero haciendo caso a las marcas recién pintadas. La decisión no se basa en el consenso, sino en la convicción inquebrantable de los que vamos en cabeza. ¡Para qué votar, si en este país todos ganan y cada cual hace lo que le apetece! 
Siguiendo las marcas del GR3 nos acercamos a las proximidades de Cardona. Volvemos a cruzar el cauce del río y avanzamos por una carreta secundaria que discurre entre los campos de cultivo y las viviendas de las inmediaciones. 
Frente a nosotros se alza la población con su imponente fortaleza dominando el paisaje. A través del Wake contactamos con los compañeros del grupo B y les informamos que nos quedan unos veinte minutos. ¡Qué ilusos! 
Poco antes de alcanzar las casas de la parte baja del poblado, cruzamos la carretera principal, por debajo de un puente, y acometemos la exigente subida por una calle asfaltada. 
El grupo se estira y los jadeos nos acompañan en el ascenso hasta la puerta de la antigua muralla. Allí detenemos los pasos, nos reagrupamos y recuperamos el resuello. Disertamos sobre la ruta a seguir para alcanzar a la Plaça de la Fira donde nos esperan nuestros compañeros. Por una vez, decidimos hacer caso a la lógica y siguiendo las indicaciones de los carteles nos encaminamos a la citada plaza. Al final, y fieles a nuestro  habitual proceder, nos saltamos el último desvío y alcanzamos la plaza por la parte trasera, tras el conveniente rodeo. 
Concluida la etapa nos apelotonamos en la carpa exterior del Restaurante  “El Menut de la Bauma”. El espacio es tan reducido que Dolors y Pitu deben irse a una estancia contigua para poder tomar asiento.
-       Día de celebraciones:
Somos tantos los Grmanos, que es habitual la celebración de alguna efeméride al finalizar cada etapa. Hoy, para no ser la excepción, se nos juntas dos eventos: los aniversarios de Evaristo y Paco Ortega, y ambos vienen cargados de embutido, aceitunas, pastas, dulces y otros presentes para conmemorar su juventud. 

Paco Ortega, al percatarse de la doble coincidencia, decide guardar sus alimentos y posponer la celebración para la siguiente jornada. ¡Adiós empacho! 
Una vez hartos de bocadillos, platos cocinados, ensaladas, frutos secos, patatas fritas, embutidos, pastas, chocolates y otros manjares, corre sin control el orujo gallego de Paco Troya y el vodka de Antonio. ¡Pandilla de glotones y borrachos!

Restaurante “El Menut de la Bauma” 
Plaza de la Fira, 19
08261 Cardona (Barcelona)
93 869 10 02

Blog de GRManía:
http://grmaniaweb.blogspot.com.es/
  
Cardona
Sábado, 17 de febrero 2018.
  
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GR3: Etapa 5ª (13-01-2018)
Madrona - Solsona.


Se acabó la fiesta y volvemos a la cruda realidad. Apenas treinta caminantes apuntados en la primera etapa del 2018. Podríamos achacarlo a que la jornada discurre por zonas boscosas y son escasas las posibilidades de adaptar el recorrido a conveniencia. Pero la realidad es más simple. Todos sabemos que en Solsona no hay efemérides que celebrar; que no nos recibirá el Sr. Obispo; que no hay recital literario en perspectiva, y, mucho menos, comilona a la vista. En definitiva, que la jornada es para caminar, y no... ¡para comer y cantar!
Para sorpresa general, el vehículo, que nos dejará en la ermita de Madrona, es el adecuado para la ocasión: pequeñito y coquetón. Ideal para no encallar en las ceñidas y enrevesadas carreteras secundarias del interior. Además, presenta la novedad de que, por primera vez en mucho tiempo, al volante del mismo se sienta una bella dama. La fémina, rubia y de buen ver, parece simpática y solícita.
Sin embargo, hay un aspecto que comparte con todos sus queridos compañeros de profesión -da igual si son hombres o mujeres-. Todos poseen la habilidad de escoger siempre el camino más largo. ¡Suerte que viajamos con el precio pactado de antemano, y que pagamos por trayecto, y no por kilometraje! Son tantas las vueltas que damos para alcanzar los destinos que, si cotizáramos por kilómetros recorridos, nuestras arcas tendrían más telarañas que un pajar abandonado.
La ruta automovilística nos hace recorrer las comarcas del Vallés Occidental, el Baix Llobregat, el Anoia, la Segarra y la Noguera, hasta alcanzar el Solsonés. Allí, en la riera de Madrona, abandonamos la calidez del autocar y ponemos pie en tierra para iniciar el recorrido de la jornada.
El contraste entre la temperatura del habitáculo y la del exterior es evidente. El paisaje tirita bajo la generosa helada y a cada expiración nuestra le sucede una blanquecina nube de vaho que se desvanece en el aire. Sin dilación, combatimos el frío matinal cubriéndonos con nuestras chaquetas, gorros, guantes, buffs…
De salida, descartamos el camino en ascenso, que conduce a la ermita, de Madrona (¡la plegaria para los pecadores!)y acortamos por la carretera comarcal.
Recién iniciada la marcha nos estiramos como una goma de mascar. Pero, para sorpresa general, a la cabeza del pelotón no transitan los de velicistas de siempre, sino simples mortales. ¿Qué harán en la retaguardia los habituales corredores?
Mientras acometemos una de las varias subidas de la jornada, divisamos, a la derecha de la carretera, un corral habitado por media docena de rumiantes. La mayoría de ellos permanecen a cubierto bajo un rústico techado de uralita, para guarecerse de la helada, y se alimentan del pienso que llena los pesebres. Solo una solitaria vaca: esquelética, peluda, sucia, y con claros signos de debilidad, se desplaza, cojeando, desde la gélida intemperie hasta desguarecido cobertizo, para reunirse con sus compañeras e intentar probar el alimento compartido.
La mayor parte de la etapa discurre por una zona de barrancos: la riera de Madrona, los barrancos de San Tirs, el Pinell, Gaspar, de Ribalta y Rassa del Masnou. El ondulado trazado serpentea, en un constante sube y baja, por entre campos de labranza, masías y ermitas aisladas; zonas de matorral y superficies boscosas. Estas últimas pobladas por encinas, chaparros, robles y pinos.
En nuestro avance, vamos alternando zonas de asfalto (hasta San Tirs), con  pistas forestales, caminos, sendas y trochas curtidos por la helada.
La ausencia de transitadas vías automovilísticas nos permite disfrutar de un acogedor silencio durante toda la jornada. La quietud que se ve alterada, solo, por nuestros gritos, las risotadas y las consabidas llamadas a través del Walkie.
A primera hora de la mañana, y tras alcanzar una loma, los de la retaguardia divisan un ciervo ramoneando en un espacio abierto, en la hondonada del barranco del Pinell. El animal salvaje se desplaza tranquilamente, ajeno a nuestra presencia, y seguro de que la distancia que nos separa, la mantiene a salvo de nuestra curiosidad. 
 El hambre aprieta, el personal comienza a impacientarse y nos reagrupamos para localizar un espacio donde detenernos a desayunar. Descartamos una explanada que se extiende en un recodo cdel camino superficie por no reunir los requisitos indispensables. La superficie se encuentra en zona umbría y el sueloestá cubierto por la helada. Además, está delimitada por dos porterías de fútbol, y ocupada por alpacas de paja, que, a modo de jugadores, amenazan con echar a correr tras la pelota, si alguien hace sonar el silbato.
En un recodo del camino, que disecciona el bosque de Pinell, descubrimos “La Fossa del camí dels Casals”. En ella destaca una Cista neolítica datada del 3000 aC. Excavada en 1986, la tumba presenta forma de caja y conserva dos de las losas laterales, la de cierre frontal y la de cobertura.
Tras contemplar el monumento megalítico funerario, retomamos la marcha, no sea que aparezca el morador de la posada y nos dé un susto de muerte.
Hacia las diez de la mañana nos topamos con otra masía abandonada, en cuyos aledaños se alza un cobertizo en estado ruinoso. Frente a las edificaciones se extiende un vasta explanada que en sus días de gloria debió ser la era. Esta se encuentra rodeada por un muro de piedras, erigido con el fin de allanar el terreno.
A la hora del desayuno repetimos todo nuestro ritual: demasiada la comida, bastante el vino, excesivos los complementos y alocada la inagotable verborrea.
Con el estómago, repleto reanudamos la marcha para transitar por la Serra de San Tirs, acogedora y solitaria, como buena parte del recorrido de la jornada.
Como viene siendo habitual, tras saciar el apetito, perdemos las formas y cada cual se las apaña como puede. Alternamos el asfalto con los caminos de tierra, y nos hacemos acompañar por aquellos que avanzan a nuestro ritmo.
Una vez hemos dejado a los compañeros del grupo B, a buen recaudo, en Viladric, descendemos hasta la reseca cuenca del barranco de Gaspar.
A lo largo de la jornada vamos pasando por varias zonas embriagadas de un perfume nada seductor. ¡No seáis mal pensados! No hace falta descubrir al humanoide expendedor de tales fragancias, pues durante el trayecto nos hemos ido topando con vacas, un ciervo, cerdos, dos caballos y…borricos de dos patas..
En las proximidades de Clarà, Ana, Paco Ortega y yo acometemos la última subida y nos olvidamos de Pep Ferrer. En un gesto de lealtad y camaradería le dejamos atrás para evitar que sufra con nuestro vertiginoso ritmo. ¡Qué detalle!
En la cima, Ana y yo nos detenemos, para desprendernos de nuestros abrigos, y cuando el amigo Ferrer está a punto de llegar a nuestra altura, reiniciamos la marcha, ¡vaya a ser que nos de alcance! ¡Consideración ante todo!
Como el señor Ortega tampoco se ha apiadado de nosotros dos, decidimos tentar a la suerte. Nos dejamos guiar por el GPS y nos aventuramos por un atajo que nos permite acortar un buen trecho del camino. Al recuperar de nuevo la senda correcta, nos hallamos muy por delante del amigo Paco y con el otro amigo, el pobre Ferrer, pedido en lontananza.
De manera un tanto absurda, el trayecto final, que marca Track, nos obliga a acometer la subida hasta el Castellvell, para acto seguido, descender nuevamente a la planicie en búsqueda de la mística Solsona. ¡Qué subida más inútil! ¡Con lo bien que hubiéramos ido por el barranco de Ribalta!
Una vez alcanzada la ciudad episcopal, localizamos el Bar del Casal de Joventut. La invasión repentina del local, por parte del sudoroso grupode charlatanes, pilla de sorpresa a dueña y dependienta. De inicio, casi nos niegan el acceso al recuinto, pero tras reflexionar, permiten que nos acomodemos en sus dependencias. Eso sí, nos sugieren que para la próxima ocasión les avisemos con la suficiente antelación. ¡Qué ilusas! ¡Es la enésima vez que visitamos su establecimeinto y aún se encomiendan a nuestra supuesta formalidad!
Tras recolocar mesas y sillas, a nuestra conveniencia, reponemos las pocas calorías perdidas en la batalla. Entre bocado y bocado, vamos picoteando del chorizo casero que Mª Ángeles ha traído para celebrar su aniversario. ¡Viva el 58!
Nuestro insaciable apetito nos “obliga” a devorar el chorizo leonés y las deliciosas galletas caseras portadas por Angelines. Para postre, además, nos atiborramos con los ricos bombones que Carmen Nieto ha traído para celebrar el nacimiento de su segundo nieto. ¡Larga vida al infante, a la abuela y a GRmanía!  

Casal de Solsona: 
Paseo Pare Claret, 0 S/N,
25280 Solsona, Lérida
973 48 08 11

Blog de GRManía:

Solsona
Sábado, 13 de enero 2018.
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GR3: Etapa 4ª (16-12-2017)   
Agramunt - Ponts.

-       ¡Como corre el tiempo!
Adiós a un año más y nosotros casi sin enterarnos. Parece que fue ayer cuando celebramos el final del 2016 y resulta que ya estamos en los estertores del 2017.
No hay forma de detener esta encabritada bola de nieve que se precipita, sin control, ladera abajo, por la izada cuesta de la vida.
Como decía Don Lorenzo a Don Quijote, no hay posibles con el tiempo:
Cosas imposibles pido,
pues volver el tiempo a ser
después que una vez ha sido,
no hay en la tierra poder
que a tanto se haya extendido
Corre el tiempo, vuela y va
ligero, y no volverá,
y erraría el que pidiese,
o que el tiempo ya se fuese
o viniese el tiempo ya.

...
Si aparcamos los sueños imposibles, podríamos decir que, desde el punto de vista senderista, este 2017 ha sido un año gozoso; pues gozosas han sido las sendas recorridas; preciosos los parajes transitados; benigna la climatológica soportada; amenas las conversaciones mantenidas; enriquecedores los eventos celebrados; y apetitosas las ingestas culinarias. ¡Lástima de los recaudadores de impuestos! ¡Nada es gratis en esta vida, y viajar no iba a ser la excepción!

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es andar,
pedidos por los caminos,
siempre de aquí para allá. 


Tras el acostumbrado viaje en autocar,  alcanzamos el punto de partida de hoy, Agramanut, sumergidos en la niebla de una fría mañana otoñal. El sol, oblicuo y adormecido, carece de energía suficiente como para traspasar la opacidad de la calima y caldear el ambiente. El suelo de los campos, tirita bajo una capa acristalada de blanquecino hielo. Los animales domésticos permanecen encerrados en sus cuadras. Y los lugareños desentumecen el cuerpo al calor de la lumbre, mientras el humo asciende por las chimeneas para fundirse con la niebla. ¡Todo es silencio!

Como la de hoy es una jornada de celebración festiva, nos conjuramos para no ralentizar demasiado la marcha, ni perdernos por supuesto, y así evitar alargar en exceso la sobremesa. Por tal motivo, partimos todos juntos de Agramunt, en bulliciosa y alegre procesión.

Los rigores de la fresca mañana nos invitan a abrigarnos a conciencia. La mayoría de nosotros nos enfundamos los guantes y nos cubrimos el cuero cabelludo, con gorros de lana, para evitar la pérdida de calor corporal. De entre los diferentes cascos que protegen nuestras seseras, pocos destacan por su originalidad salvo el de Paco Victoria. El errático andarín se esconde bajo un yelmo, de una inconfundible gama cromática semejante a la del arcoíris, que siembra dudas acerca de su creída hombría. Fieles a nuestro amor por sátira, sus “amigos” decidimos ensañarnos con el compañero. Así, mientras unos afirman que el colega utiliza la cofia para disimular su ilusorio flequillo, otros, los más perversos, se jactan de que el camarada se haya tocado, por fin, con la prenda multicolor correspondiente, y haya salido, de una vez por todas, del armario. ¡Que cada cual lo interprete como quiera! ¡Este escribano solo se hace eco de los comentarios de sus “compadres!


Los primeros metros de la jornada discurren por un amplio camino agrícola emplazado en las inmediaciones del caudaloso Canal d’Urgell. Marchamos, todos, cosa extraordinaria, a un ritmo suave y acompasado que nos permite avanzar juntos, y recorrer un buen trecho, en armoniosa camaradería.

A medida que discurre la mañana el sol parece desperezarse y hace alguna que otra repentina aparición. Ninguna de ellas definitiva, pues se mantiene encamado, y a resguardo de la helada matinal, oculto tras la opaca neblina.

Cuanto más nos alejamos de la zona habitada mayor es la capa de hielo que reviste el paisaje y la mayoría de la flora que crece en la zona, vegeta, adormecida, por la cercanía del invierno y la inclemencia de la helada. 

Mientras nos encaminamos a La Donzell padecemos la habitual pérdida de cada jornada. ¡De poco sirven los GPS’s si no les prestamos atención hasta que algún compañero nos informa de que nos hallamos fuera de ruta!

En torno a las 10 de la mañana alcanzamos La Donzell y nos detenemos en la plaza trapezoidal que hay detrás la iglesia, para descansar y reponer fuerzas. Acompañados por la estatua, labrada en granito, de una mujer que acarrea dos cántaros de agua en sus respectivas axilas, y por un viejo carretón, de madera y hierro oxidado, anclado a los pies de la fémina, procedemos a dar buena cuenta de nuestro desayuno. Cabe destacar que, hoy, al haber llegado todos juntos, disponemos de varias botas de vino; petacas de licor; bebidas espirituales; chupitos de moscatel; termos rellenos de té y café; y, cómo no, dulces de todo tipo con los cuales atiborrarnos.

Acabado el generoso piscolabis matutino recogemos los bártulos y posamos para la típica fotografía de grupo. Una vez deshecha la formación, unos pocos comienzan a caminar, mientras otros, los amantes de la fotografía, inmortalizan el paisaje que emerge tras la niebla, con el objetivo de sus cámaras.


Una vez reanudada la marcha, cada andarín se acomoda en su respectivo pelotón. Tres grupos que nos permitirán acometer el variado kilometraje de la etapa según nuestras particulares preferencias. ¡Por opciones no será!

Nada más dejar atrás La Donzell, en un altozano a nuestra derecha y algo alejado del camino, divisamos la ermita de San Salvador. Como la mayoría de nosotros somos ateos, y es necesario dar un pequeño rodeo para llegar al santo lugar, pasamos de largo y dejamos la cultura eclesiástica para otra ocasión. ¡Además, seguro que el templo está cerrado como de costumbre!

Con el personal diseminado por los caminos que diseccionan la zona sur del Serrat Gros, vamos dejando a nuestro paso campos recién sembrados de cereal; tierras de cultivo en barbecho; alguna solitaria edificación; y zonas boscosas o de monte bajo.

Poco a poco, el tibio sol comienza a desperezarse y caldea el ambiente. La calima desaparece, y el hielo, que celaba el paisaje, se funde con la tierra.  

A media mañana alcanzamos las ruinas de Clarel, el punto más elevado de la etapa. Del agonizante poblado apenas si sobreviven una edificación blanca de reciente construcción, a la derecha; varias viviendas antiguas, semiderruidas y abandonadas; una nave ganadera en desuso; lo que debió ser un corral que daba cobijo a los aperos de labranza; y los restos de la pretérita iglesia del poblado, con la torre principal en bastante buen estado, en comparación con el resto de las construcciones del moribundo poblado.

Luego de una leve pausa para reagruparnos, los del grupo A renovamos la marcha. La aparición de nuestros queridos perseguidores en la lejanía, tras un recodo del camino, nos pone en alerta y partimos escopeteados hacia el siguiente poblado. Acometemos el trayecto en descenso bordeando nuevos campos de cultivos de secano; más zonas de monte bajo y matorral; y pequeños robledales, cuyas hojas de borde sinuoso, al desprenderse del ramaje, van tapizando el suelo con diversas tonalidades de color marrón.

Oliola nos recibe silenciosa, a la izquierda, aposentada en la pendiente, con sus regias edificaciones escalonadas a lo largo de la ladera montañosa. El particular enclave protegía al poblado de los ataques vandálicos en épocas pasadas, y lo resguarda, hoy en día, de las inclemencias meteorológicas.

Nada más perder de vista la llamativa población me veo obligado a hacer una parada inexcusable. Al abandonar el escondite, y retomar la senda, me dan alcance algunas compañeras y me acomodo a su caminar. Con cierta curiosidad, presto atención a sus disertaciones, pero decido no inmiscuirme en su discurso, pues la conversación versa sobre las bragas de una ellas y, cauto de mí, prefiero mantenerme al margen del embrollo, para no salir escaldado cual gato que huye del agua hirviendo.

A una hora bastante prudente para lo acostumbrado alcanzamos Ponts y tras un ilógico rodeo nos reunimos con nuestros compañeros en el autocar.

Una vez aposentados todos en nuestros respectivos asientos, nos dirigimos hacia el Restaurante “La cuina del mercat”,de Calaf“, para dar buena cuenta del menú navideño y participar en el evento que cierra el año 2017.

El establecimiento se encuentra, semiculto, ubicado en una plaza cerrada y ajena las miradas de los visitantes, por lo que necesitamos la ayuda de un un guía para localizarlo. Ya en su interior ocupamos un comedor reservado para nosotros y nos distribuimos según nuestras afinidades.

En una mesa apartada de las demás nos acomodamos los distinguidos Mercaderes. Instalamos, encima de sus tableros, nuestras judaicas paradas comerciales y ofrecemos a los compañeros los productos financieros de la época. La oferta incluye participaciones de la lotería de Navidad, números para la Lumineta y boletos de asociaciones benéficas. ¡Viva  la ludopatía!

La baja por enfermedad del contable nos obliga, sin remedio, a realizar las innobles funciones del cobrador. Nos vemos, así, condenados a ocuparnos de tareas que no son a nuestra incumbencia. Suerte que los GRManos están famélicos y, al carecer de memoria, necesitan obtener el tique que les recuerde lo que han pedido para la comida. O sea, que no es necesario pregonar el mensaje y acuden raudos a pagar el combite… ¡O se rascan el bolsillo o no hay ágape culinario!
La comida, exquisita, (¡gracias Maribel!) transcurre en franca camaradería. Pronto, el vino comienza a hacer mella en los comensales y se alborota el gallinero. Se oyen risas estentóreas, fruto de chistes y chascarrillos. Brillan las caras de felicidad, al revivir anécdotas y recuerdos compartidos; y se desmadran los cantores ante la desacompasada interpretación de los villancicos.

Una vez consumidos los postres, Mª Ángeles nos deleita con uno acertado discurso: En él ensalza las cualidades de GRManía y nos conmina a seguir disfrutando de la bonanza del caminar y de la lealtad de nuestros amigos.

Además de la ausencia del recaudador de impuestos, y de otros ilustres de GRmanía, también de echa en falta la presencia de Cati. Poco se sabe del paradero de la fundadora. Si acaso, que ha hecho mutis por el foro, y se ha borrado de la escena durante toda la campaña, dejándonos en la estacada. ¿Qué pretexto esgrimirá la moza para justificar su inexplicable deserción?

Ante la ausencia de mosén Jaume Vallls, Paco Troya hace entrega de una participación de la lotería de navidad a los colaboradores en la Romería a Montserrat. Si se alinean los astros, la diosa fortuna dejará unos euros en el bolsillo de los agraciados. Aunque teniendo en cuenta las probabilidades matemáticas, lo normal sería que lo invertido sirviera para aliviar, junto a lo recolectado por algunos Mercaderes (Paco, Pedro, Ana…), las raídas arcas de tacaño "Montoro". 

¿Queda claro que aquí la única la inversión seguro es la “Lumineta”?

Plaza Barcelona, 92, 6
08280 Calaf (Barcelona)
Teléfono: 938 68 02 32


Blog de GRManía:

Ponts
Sábado, 16 de diciembre 2017.

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GR3: Etapa 3ª (25-11-2017)  
Ponts - Madrona.

-       ¡Un tiempo loco y un accidente imprevisto!
Finales de noviembre y el clima sigue coqueteando con el verano. Ni rastro de ansiado otoño. Los termómetros continúan por las nubes. Las lluvias siguen desaparecidas. Y el frío parece encontrarse de vacaciones. A este paso algún día celebraremos la Navidad en pantalón corto, aunque no bañándonos, pues apenas tendremos agua para beber.
Suerte que el arbolado caducifolio se mantiene fiel a las tradiciones y obliga a sus hojas a marchitarse, a cambiar de color y a emanciparse (sin rechistar), para que estas alfombren el suelo con la preciosidad del colorido otoñal. ¡Qué tiempos aquellos cuando, para la fiesta de todos los Santos, nuestras manos se enfundaban los guantes, las orejas padecían de los molestos sabañones y subíamos, ateridos pero ilusionados, a la Mola, a pisar la nieve!
Dado que la alocada climatología actual no ofrece inconvenientes, y que el autocar se presenta a la hora convenida, necesitamos de algún aliciente extra que venga a romper la monotonía de la jornada. Así, cuando procedemos al recuento del personal, Manuel nos informa de que Mercè se encuentra atrapada en medio de un inusual atasco mañanero, causado por un fatídico accidente automovilístico. El inesperado contratiempo no altera los planes de GRManía, pero sí impide a la caminante viajar con nosotros, en el autocar, y la obliga a desplazarse, en su propio vehículo, hasta el aparcamiento de un bar-restaurante ubicado a las afueras de Ponts, donde se integrará en el grupo de pateadores de caminos.
-       Un ABCDario de grupos.
Teniendo en cuenta el kilometraje en el cual se nos movemos de un tiempo a esta parte, la etapa de hoy es algo más larga de lo habitual. Por dicho motivo, la “banda” GRMana se divide en múltiples fracciones. Si hasta hace poco apenas necesitábamos 3 letras, para numerar los diferentes pelotones de tránsito, a medida que van cayendo las temporadas (¡alguno lo achaca a los años!) la problemática va degenerando sin control. Crece de tal forma el número de secciones, que pronto precisaremos del abecedario al completo para poder diferenciarnos los unos de los otros. Tal vez si asignáramos la letra A a los de la avanzadilla y siguiéramos, así, hasta asociar la letra Z a los de la retaguardia, podríamos acomodarnos según nuestras capacidades y transitar de acuerdo a nuestros intereses.
La desigual distancia a recorrer hace que algunos caminen poco y calienten las sillas de los bares mucho; que la gran mayoría se tome la etapa con calma; y que los velocistas se vean obligados a poner un ritmo alto para poder llegar a la meta a una hora prudente.
Descartado el grupo A, porque no me apetece ir con la cuerda al culo, y el C, porque ese pingüe kilometraje no compensa mi madrugón, hoy me acomodo en el grupo B. Resulta gratificante comprobar que estos semidesconocidos compañeros parecen gente de bien; que se reagrupan de tanto en tanto; que invitan al diálogo y saben mantener amenas conversaciones; que, también, comparten suplementos calóricos tras el desayuno, y que... ¡faltaría más! que se pierden, cada dos por tres, como buenos integrantes de GRManía.
La jornada ha amanecido clara y apenas se mueve el viento. La temperatura ambiental es muy agradable, para la época en la que nos encontramos, y una acogedora tranquilidad nos acompaña en nuestro avance por el camino real que, entre Solsona y Ponts, conecta la montaña con la plana de Lleida. Solo las voces, risas y pisadas alteran la quietud del lugar.
-       Entre ermitas y ladrones.
Desde Vilanova de l’Aguda hasta Madrona, la etapa discurre, casi en su totalidad, por sendas que diseccionan la zona boscosa ubicada entre las comarcas de la Noguera y el Solsonés. A pesar de que el calendario dice, que  nos hallamos en época de lluvias, los campos de cultivo, praderas, matorrales y el arbolado que nos rodea se encuentran deshidratados; el suelo de los caminos está resquebrajado y polvoriento, y las cuencas fluviales languidecen, sedientas, a causa sequía. 
Ascendemos, sin prisa pero sin pausa, por el Serrat de Sant Miquel, y en torno a las 10 de la mañana alcanzamos una altiplanicie abierta entre la maleza. A nuestra izquierda se divisan las ruinas de lo que un día debió ser una fortaleza amurallada y a nuestra derecha se alza la noble construcción de la ermita de Sant Miquel. El templo, cerrado, como de costumbre, y solitario, como corresponde a su alejada ubicación, nos recibe, en silencio, custodiado por las almas que descansan en el pequeño y bien conservado cementerio que se levanta junto a la pared oeste de la edificación religiosa.
En la explanada que se extiende frente al ala este del centro de culto, nos acomodamos en unos bancos de piedra, al rededor de una especie de era, y procedemos a dar buena cuenta de nuestro desayuno. De pronto se levanta al brisa, desciende la temperatura, y nos vemos obligados a enfundarnos nuestras chaquetas para combatir el frío reinante.
Para sorpresa de algunos, de la repleta mochila de Jaume Valls surge la bota de vino, y al instante, el odre del elixir morado, comienza correr de mano en mano. Unos justifican el trago con la excusa de aligerar de peso al noble porteador, los demás, menos solidarios, mojamos el gaznate para satisfacer nuestro síndrome etílico y apaciguar, así, la adicción de nuestras borrachas almas.
Con la barriga llena, nos ponemos en marcha para evitar que los velocistas del grupo A nos den alcance antes de tiempo. El opíparo desayuno (los de mente más retorcida lo achacan al vino) parece ser que ha embotado nuestro sentido de la orientación y en apenas 5 kilómetros nos desviamos tres veces de la senda correcta. Suerte que llevamos varios GPs, y algunos espabilados vigilantes, pues de no ser por estos últimos hubiéramos acabado, todos, surcando las aguas del pantano de Rialp. ¡Y yo sin mi vara!
Tras una de las acostumbradas pérdidas, nos damos de bruces con la alambrada que el dueño de la hacienda ha instalado para delimitar su feudo. Nos vemos, así, condenados a rodear la cerca y obligados a descender por un terraplén para recuperar la senda correcta.
Al poco de adentrarnos en el término municipal de Pinell de Solsonés, en un desvío del camino, y casi oculta entre la maleza, nos topamos con la “Creu dels Lladres”. Una cruz de piedra insertada en una base rectangular, en cuyas cuatro caras aparece una inscripción grabada, que va narrando el motivo de su construcción:  El día 30 junio de 1869: Felipe Domenech y 4 foragidos se batieron con el somaten de Madrona. Fue muerto Felipe y tres de los suyos. / Del somaten fueron heridos dos hombres y los demás, para no ser víctimas, tuvieron que matar a sus encarnizados enemigos. / Los bandidos acababan de saquear la casa curada de Madrona, y de poner sus manos viles y sacrilegios en el sacerdote indefenso. / Perseguidos a toque de somaten hasta este sitio, expiaron aquí sus crímenes. Roguemos a Dios por el eterno descanso de sus almas. El desubicado monumento, más que a la memoria de los muertos, pretendía ser una muestra ejemplarizante, y una seria advertencia, de cómo podían acabar los que incumplían la ley.
El perfil de la etapa de hoy es un repetido sube y baja, pero las exigencias del recorrido son más bien escasas, pues escasean los desniveles pronunciados, y la cota máxima, ubicada en el mirador de Santes Creus de Bordell, apenas supera los 870 metros.
A la hora del ángelus (12 en punto), alcanzamos la cima de la jornada, el mirador de Santes Creus de Bordell. El conjunto está formado por una planicie que se extiende de este a oeste en el altiplano y desde la que se divisan unas preciosas vistas del valle de la Aguda, en dirección sur; la ermita románica que da nombre al lugar, en la vertiente norte y un pequeño cementerio cobijado a la sombra de la pared noroeste del austero y bien conservado templo.
Como el ritmo de la etapa es llevadero, y hay muchas ganas de comentar los hallazgos, nos detenemos unos instantes en la llanura que se extiende frente a la ermita para disfrutar de las vistas del momento. Sin embargo, debemos contentarnos con charlar e imaginarnos el interior, pues el lugar de culto, para no romper la tradición, está cerrado. ¡Qué raro!
Agotadas las posibilidades turísticas, continuamos la marcha por una estrecha vereda que zigzaguea entre maleza y arbustos. Justo antes de desembocar en el camino principal, en un recodo de la senda, nos topamos con otro monumento de granito, al cual le falta la cruz. Al adentrarnos en el vía principal, nuestro batallón se estira y se forman diferentes cuadrillas. En una de estas transitamos los más rezagados: Fátima, Antonia, Fina Castillo, Rosario y un servidor. Y vamos dialogando sobre un tema tan escatológico, que mejor no hacerlo público para salvar el honor. Por una vez... ¡se dice el pecador, pero no el pecado!
Según avanzamos hacia la meta volvemos a sufrir un par de pérdidas más. La primera porque el camino desparece, de repente, y queda sepultado bajo la tierra removida por el arado de un tractor. Y la segunda, porque la trocha se oculta entre la maleza y nos vemos obligados a atravesar un campo sembrado de cereal para retomar el rumbo correcto.
En torno a las 13:00 horas, en pleno bosque, descubrimos un edifico de dimensiones considerables que se halla en reconstrucción. Corroídos por la curiosidad, nos adentramos en su interior y descubrimos varias estancias que nos llevan a divagar sobre la utilidad que la construcción desempeñó en su época gloriosa. En su regia estructura se distinguen dos habitáculos perfectamente diferenciados. En el primero, encontramos una espaciosa sala, austera, aireada, muy bien iluminada y provista de unas rústicas letrinas; y en el segundo, distinguimos los restos de lo que antaño debió ser una moderna vivienda, (habitaciones, cocina, despensa y otra letrina individual). De inmediato, todos exteriorizamos nuestras elucubraciones y al final convenimos que entre aquellas paredes, hoy en desuso, en sus días de gloria, se hallaron la escuela de Santes Creus y la vivienda del maestro del lugar.
 Nada más dejar atrás la edificación, donde hace tiempo se instruyeran los antepasados del lugar, desembocamos en un camino forestal que, al poco, nos conduce a una estrecha carretera local. Hacia las catorce horas, y tras caminar un buen rato por la solitaria vía automovilística, alcanzamos Matrona. ¡Punto y final a nuestra particular la jornada!
En los aledaños de la ermita de Santa Matrona y junto a la casa rural de San Petrus, también de Matrona, localizamos a nuestros pacientes compañeros del grupo C, que hace horas concluyeron su periplo. A nuestra llegada, nos agrupamos todos en espera de la aparición de los integrantes del grupo A. Por fin, hacia las 14.30 horas, los curtidos caminantes alcanzan la meta y, tras un cálido recibimiento, damos por concluida la etapa.

Poco después, nos acomodamos todos en nuestro viejo el autocar y nos dirigimos hacia las afueras de la localidad de Ponts, a fin de degustar nuestra comida, en el un bar ubicado junto a la carretera de la Seu de Urgell, y para que la Mercè pueda recuperar su vehículo.
Como somos un grupo bien organizado, nos vemos obligados a atiborrarnos de pastas, pasteles, bombones, chocolate, vino dulce y otras minduncias. Fruto de nuestra indiscutible coordinación, Maribel y yo hemos venido cargados de azúcares y alcohol para celebrar nuestro reciente aniversario. Mientras que Inés, se ha presentado con dos de sus deliciosos pasteles caseros, con los cuales poder rematar la jornada sabatina. ¡Viva la comunicación!
A a finalización, como suele ser habitual por estas fechas, y tras los postres y cafés de turno, se monta un mercadillo de recaudadores de impuestos. Juan Luis nos persigue a los esquivos para recolectar los fondos con los cuales sufragar los gastos de la etapa. Paco Ortega engatusa a todo el personal vendiendo participaciones de lotería para el Gordo de Navidad. El escribano ordeña el bolsillo de los GRManos obligándoles a invertir sus ahorros en la compra de boletos para la sabrosa panera de Navidad. Mientras, otros vendedores se suman a la fiesta ofreciendo papeletas de toda índole y condición. ¡ALEA JACTA EST!
Pedra Negra Hotel (Cafetería-Restaurante)
Carretera de La Seu d'Urgell, 108,
25740 Ponts, Lleida
Teléfono: 973460019

Blog de GRManía:

Ponts- Lleida
Sábado, 25 de noviembre 2017.

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GR3: Etapa 1ª (23-09-2017) 

Vallbona de Les Monges - Tárrega.

-       El reencuentro.
Olvidada ya la época ociosa, estrenamos otoño, y temporada, con el GR3 que nos conducirá desde el sur de la comarca del Urgell (Vallbona de les Monges) hasta las entrañas del Bages (Navarcles).
Sea para desentumecer el organismo adormecido por las siestas veraniegas; para desengrasar los músculos tras la calma estival; para combatir los excesos de las vacaciones; o con la excusa de reencontrarnos con los “viejos” compañeros/as, el caso es que la asistencia, a la jornada inaugural, es mucho más concurrida de lo que era habitual hace unos meses. Confiemos en que la dinámica se mantenga.
Para mantener la fidelidad a nuestras viejas costumbres, y pese a la protesta de algunas de las cabezas pensantes, antes de abandonar el autocar, procedemos a modificar todos los planes programados: adiós al horario de salida, ningún respeto a los grupos previstos y cambios en el kilometraje acordado. ¡Viva el libertinaje!
-       El tiempo loco y los pueblos vacíos.
Continuando con la alterada climatológica (si por alterada se entiende la pertinaz sequía que nos acompaña de un tiempo a esta parte), y a pesar de que la noche anterior aquí ha caído un buen aguacero, los primeros kilómetros de la jornada discurren por un amplio y reseco camino. La quietud de la campiña, inundada de viñas, se ve alterada por los esporádicos trinos de las pequeñas aves silvestres, el runruneo de algún tractor y las conversaciones de los preocupados caminantes.
Dado lo avanzado del mes de septiembre, la vendimia ya ha sido completada en su totalidad y, para desgracia nuestra, solo algún que otro mísero racimo, verde y no demasiado dulzón, cuelga de los esquilmados sarmientos. ¡Nada que ver con aquellos "septiembres", donde las mandarinas, manzanas y uvas invitaban al hurto!
Después de 5 kilómetros de moderado descenso, nos adentramos en el desértico poblado de Rocafort de Vallbona. En una de sus adormecidas calles, junto a la tapia de la iglesia parroquial de San Salvador, los que van en cabeza detienen sus pasos, se acomodan y desempaquetan sus bocadillos, mientras aguardan la llegada del resto de desperdigados caminantes. Estos, a medida que alcanzan el punto de reunión, van imitando a sus predecesores y van dando cuenta, también, de sus generosos emparedados y del vino de la bota. Tras el postre de cada cual, corren, como es habitual, pastas, chocolate, té, café y embriagadores licores. Así mismo, algunos cuatreros, degustan, y comparten, racimos de uva adquiridos de manera gratuita en la parra que crece junto a la pared de la plaza de la iglesia.

Una vez repuestas las fuerzas y saciados sed y apetito, nos ponemos en marcha, ahora ya sí, en desbandada, cada grupo a su ritmo y con destinos diferentes.

Desde Rocafort hasta Guimerà avanzamos por el valle del sediento río Corb. Poco a poco, vamos remontando el estéril y mudo cauce del riachuelo por un amplio camino, hoy embarrado a causa de la bendita lluvia de la noche anterior. La pegajosa senda discurre por entre múltiples viñedos salteados campos de almendros y olivos, aún por recolectar; resecos labrantíos de cereal hace tiempo cosechados; alguna esporádica pradera cubierta de reseco pasto; contadas zonas de arbolado silvestre; y, en los márgenes, matorral y zarzales cargados de moras.

-       El hombre de barro, las pérdidas y el cuatrero.

Los de la avanzadilla caminamos dispersos y vamos salvando los barrizales como buenamente podemos. En uno de los fangales se empantana, por descuido y de manera involuntaria, Paco Ortega. Tras un extravagante bailoteo, causado por un cómico resbalón en el cenagal, el equilibrista recupera la vertical y vuelve al redil. De pronto, al observar al embarrado, se desata la risa entre sus acompañantes, pues el vinatero aparece ante nuestros ojos subido a unos grotescos borceguíes cuyas suelas se alzan sobre unas generosas plataformas repletas de barro. Tal contratiempo obliga titiritero personaje a descolgarse del grupo para así proceder a limpiar sus enlodadas y pesadas botas. Fruto de nuestra singular camaradería, ninguno de nosotros detiene sus pasos para aguardar al embarrado colega.

En nuestro discurrir por el valle dejamos atrás las pequeñas poblaciones de Nalec y Ciutadilla, curiosamente también desérticas, y nos olvidamos por completo de nuestro rezagado compañero. ¡Que se las apañe, él solo, como pueda!

Hacia las doce del mediodía, los de la avanzadilla alcanzan Guimerà y detienen sus pasos para proceder a la reunificación. A cuentagotas vamos alcanzando el punto de encuentro, los demás. Cuando creemos estar todos, debatimos sobre lo tardío de la hora y la conveniencia de aligerar la marcha para aquellos que quieran alcanzar Tárrega. Una vez decidido en qué grupo transitará cada cual, alguien cae en la cuenta de que falta el embarrado. Como movidos por un resorte, todos giramos la vista en pos del camino que nos ha conducido hasta aquí, con la esperanza de que aparezca de inmediato el descarriado. Sin embargo, ¡ni rastro!

De repente, el airado personaje emerge tras la curva del camino en el cual están clavados nuestros ojos, y sin tiempo para la duda, desde lejos, nos increpa a grito pelado, mientras nos regala una sarta de improperios entono amenazante.

-       ¡C...BR...N...S! ¡C...BR...N...S!.. y ¡C...BR...N...S! ¡Anda que me habéis esperado! ¡Me habéis abandonado a mi suerte y la señalización es pésima!

En un intento por argumentar nuestro involuntario olvido, algunos abrimos la boca para razonar nuestro comportamiento, pero el desahuciado no admite excusas y en tono furibundo se despacha a gusto contra todos nosotros. Con voz diáfana y cargada de abrupta belicosidad nos espeta:

-       ¡IROS TODOS A TOMAR POR ...!   ¡C...- BR...- N...S!

Aplacada la ira del llanero solitario, las aguas vuelven a su cauce y ¡pelillos a la mar! Acto seguido nos dividimos en dos grupos y partimos en pos del destino. Unos, raudos y veloces, rumbo a la meta inicialmente prevista: Tárrega; y el resto, alegres, calmosos y en armonía, en dirección a la cercana población de Verdú.

Recién iniciada la marcha, Paco Troya nos comenta que él pretende hacer una ruta turística por Guimerà y nos anima a que le acompañemos en su recorrido por el monumental lugar. Sin embargo, hoy la cultura tampoco tiene cabina, y el resto del grupo descartamos el turismo y enfilamos los pies hacia el final de la etapa.

Tras separarnos, tomamos caminos divergentes, a fin de cumplir, cada cual, con sus antagónicos objetivos. Al cabo de un rato de vagabundear por Guimerà, nos percatamos de que nuestros pasos vagan erráticos y debemos retroceder sobre sobre los mismos para recuperar el rumbo perdido. Entonces, ¡oh, milagro! nos topamos con Paco Troya, que no solo ha hecho la ruta prevista, sino que avanza por la vía adecuada. ¡Qué espabilados! ¡Ni senda correcta, ni visita monumental!

A las afueras de Guimerà, acometemos una empinada cuesta asfaltada que nos aleja de la monumental población y nos adentra en territorio de cultivos. De nuevo grandes extensiones de viñedos se alternan con campos de almendros y olivares.

Mientras avanzamos por la amplia pista que ramifica la solitaria campiña, algunos recolectamos frutos de los almendros que crecen a la vera del camino.

De improviso, al pasar junto a un viñedo ya vendimiado, descubro un generoso racimo de uvas, olvidado por los vendimiadores, que invita a ser recolectado. Con disimulo, me descuelgo de Paco Ortega, mi compañero de ruta y charla en esos momentos, y me detengo frente al cuerpo del delito. Oteo con ojos aguileños el horizonte, para descartar ser pillado con las manos en la masa, y cuando estoy a punto de invadir la propiedad privada y apoderarme del suculento tesoro, mis ojos descubren, a lo lejos, y semi-oculto entre las viñas, al supuesto dueño del cultivo. ¡Vade retro Satanás! El sentido común (¡si es que lo tengo!) me invita a desistir de apoderarme de lo ajeno, seguir mis pasos y dar alcance a mi querido compadre.

Al llegar a la altura de mi camarada, le explico el suceso y este me comenta que de haber dialogado con el propietario, con total seguridad me habría permitido desgajar el racimo. Pero como ya hemos dejado atrás el lugar del crimen, y el reloj avanza sin prisa pero sin pausa, desisto de mi empeño y olvido las uvas.

Pasada la una del mediodía alcanzamos Verdú. Nada más adentrarnos en el poblado damos con nuestros compañeros del grupo C, los cuales se encuentran descansando en las sillas de la terraza de un bar ubicado en la plaza del pueblo.
Fieles a su habitual maestría en el arte del buen vivir, los acomodados en las sillas departen amistosamente entre ellos dialogando sobre temas de actualidad. Acompañan sus pausadas pláticas con la noble ingesta de frutos secos, galletas, patatas fritas y otros aditivos culinarios, a la vez que riegan los citados sustentos alimenticios con espumosas jarras de cerveza y todo tipo de refrescos. ¡Como se lo montan los amigos! ¡Habrá que plantearse con seriedad el cambio de grupo!

Mientras permanecemos sentados, en espera de que nos alcancen los que vienen por detrás de nosotros, alguien pregona al viento que serían bienvenidas algunas raciones de gambas para amenizar la espera. Todos asentimos con algarabía y celebramos la sugerencia con vítores y loas al ocurrente, pero como nadie parece dispuesto a rascarse el bolsillo, la sugerencia cae en saco roto. ¡Qué agarrados!
Poco antes de las dos de la tarde, los galgos de GRManía alcanzan Tárrega y nos comunican por teléfono que nos esperan en un bar de la localidad para comer. Instantes después, por la calle principal de Verdú, aparecen las siluetas de los que cierran el pelotón y se dirigen hacia la plaza donde descansamos los demás.

Finalizada la etapa sin sobresaltos que lamentar (¡lo de Paco Ortega no cuenta!) nos dirigimos en autocar a Tárrega donde nos esperan los queridos compañeros.

-       El triple convite (¡Días de mucho, vísperas de nada!)

Gracias a las hábiles gestiones de la avanzadilla, tenemos reservada mesa en la Heladería la Jijonenca. A medida que vamos llegando nos vamos acomodando en las diferentes sillas del local hasta abarrotar por completo el establecimiento.

Antes de pedir la habitual bebida, José Antonio anuncia a los cuatro vientos que la consumición de hoy correrá de su cuenta. Tal es la alegría del GRMano (porque uno de sus vástagos abandona el nido), que no repara en gastos y tira la casa por la ventana. ¿Bajo qué rufianas concesiones, o ante qué villanas amenazas, habrá cimentado el venturoso acuerdo? ¡Ya nos lo explicarás, envidado amigo, si es que existe explicación alguna a tamaña heroicidad!… ¿Cómo lo has conseguido? Sea como fuere el fondo del loado acuerdo, las cervezas y los cafés, de gorra, saben a gloria y las paupérrimas arcas de GRManía lo agradecen. ¡Muchas gracias por el convite! ¡Que pronto te hagan abuelo para que nos vuelvas a invitar otra vez!

Para continuar con la fiesta, hoy también celebramos el cumpleaños de Joan Lluis (60) y Josep Ferrer (65). Ya se sabe que en este singular país pasamos del todo a la nada, o a la inversa, en un santiamén. Y de la misma forma que un día nos damos el gran atracón, al siguiente nos decantamos por un estricto régimen. En definitiva, que nos vemos obligados a degustar unas deliciosas galletas y a brindar con una copita de cava en memoria de los dos sesentones. En pleno jolgorio, y para que los nuevos “retirados” no olviden que ya han traspasado la mítica barrera de los sesenta, María, fiel a la tradición, les hace entrega del carnet del Club 60 a Joan Lluis y algunos que lo tenían pendiente, a fin de que lo puedan utilizar en los eventos de relevancia que ellos consideren oportunos. ¡Felicidades a ambos y que nos volváis a invitar con motivo de los setenta!

Heladería la Jijonenca
Plaça del Carme, 10. Local
25300 Tàrrega - Lleida
Tel:   973310055

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Tàrrega.
Sábado, 23 de septiembre 2017.

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