miércoles, 28 de febrero de 2018

Entrevista en Radio Star Terrassa ( Emprendedores)

El miércoles, 07/03/2018, de 20:30 a 21:30 horas, estuve con Mayte Solé Murillo, en el programa "EMPRENDEDORES" de Radio Star Terrassa, para hablar de #candilesparalucia Ed. Círculo Rojo.  https://www.facebook.com/mgonza75/posts/1588667054548212?notif_id=1520532079398026&notif_t=feedback_reaction_generic&ref=notif
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 Próximos eventos:

* Viernes, 20 de abril de 2018. Presentación del libro "Candiles para Lucía," en la Biblioteca Central de Castilla y León, Valladolid.
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* Sábado, 21 de abril de 2018. Feria del Libro, de "El Tiempo" (Ávila).
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* Domingo, 22 de abril de 2018. Feria del Libro de Ávila.
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* Jueves, 10 de mayo de 2018. Presentación del Libro "Candiles para Lucía", en Librería la Bravo. C/ Buenos Aires, Nº 5 28944 - Fuenlabrada (Madrid) .
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* ¿? de 2018, Festival Literariomusical "Letras y Notas", en el Auditorio San Francisco de Ávila, junto a mis compañeros de la Asociación Cultural de Novelistas "La Sombra del Ciprés.

    Participantes:
- César Díez Serrano.
- Anzoni Martín Alonso.
- Moisés González Muñoz
- Mª Eugenia Hernández Grande.
- Antonio García Martín.
- Humberto Mendoza de Zuazu.


GR3: Etapa 6ª (17-02-2018)

Solsona - Cardona.
 
-       Un  ilustre ausente y dos jóvenes novatos.
El frío sigue encogiendo los cuerpos, arrugando las almas y propagando los virus. Los años no pasan en balde y los achaques invernales parece que han horadado la salud de varios de los nuestros compañeros. Como consecuencia de ello, volvemos a ser un grupo bastante reducido. 
De entre todas las ausencias, la más dolida y comentada de la jornada, es la de Josep Ferrer, que se halla en pleno proceso de recuperación de la intervención quirúrgica a la cual fue sometido la semana anterior. Todo nuestro cariño, mucho ánimo, y nuestros mejores deseos de una pronta y total sanación. Nos quedan, aún, incontables lugares por descubrir; infinitos caminos por recorrer, demasiadas conversaciones por mantener y muchas festividades por celebrar. ¡Salud, amigo! ¡Esperamos y deseamos volver a verte pronto con nosotros, Josep! 
Como contrapeso a las citadas ausencias, hoy nos acompañan, para sorpresa general, dos jovenzuelos: Guillem y Pau descendientes de Inés Díaz y Paco Ortega. 
La presencia de Guillem podría considerarse como algo no habitual, pero factible, al vivir en Terrassa, pero la de Pau resulta del todo  inesperada, pues su residencia actual se ubica en tierras almerienses, y pocos so os los que estamos al cabo de su regreso temporal a la ciudad que le vio nacer y donde discurrió su infancia. ¡Bienvenidos jovenzuelos! ¡Habéis conseguido disimularr, un poquito nada más, la media de edad del grupo! ¡Savia nueva entre tanto árbol añoso!
-       Un invierno como los de antes.
Ya se nota el avance de los días en la estación, y nada más abandonar Terrassa comienza a clarear por el horizonte. Al penetrar en la comarca del Bages, las nubes que flotan silenciosas en las aturas absorben los reflejos de la claridad recién estrenada. ¡A estas horas, nadie diría que la lluvia es una amenaza! 
Como el hábito hace al monje, la bonanza climatológica de las últimas estaciones invernales nos ha hecho creer que el frío era cuestión del pasado. Nada más lejos de la realidad. Al final, todo vuelve a sus orígenes, y el despertar de la naturaleza, por tanto, nos ha pillado desprevenidos. Llevamos algunas semanas, como las de antaño, donde el frío, las heladas, y las nevadas eran el pan de cada día de nuestra añorada infancia. Así, ante los rigores de este inusual invierno, todos vamos bien abrigados. Algunos, incluso, llevamos ropa y calzado de recambio por si se cumplen las previsiones climatológicas que anuncian lluvia para el mediodía. 
Para alegría general, hoy hace menos frío que el habitual en las últimas jornadas. Sin embargo, la salida de Solsona, a través de un camino que avanza en paralelo a la de la cuenca de un riachuelo, hace que la humedad se incruste en nuestros huesos, y cuerpo, cara y manos, se contraen para protegerse de las inclemencias. 
Pronto abandonamos la vega del arroyo y nos adentramos en la campiña adormecida. El suelo por el que avanzamos esta humedecido por la reciente nevada, y encontramos algún que otro charco producto del deshielo. El sol se mantiene oculto tras las nubes; el viento sigue calmado; y animales y lugareños parecen acostados o enclaustrados en sus aposentos. ¡Nos rodea el silencio!
Cerrando el valle, al norte y a nuestra izquierda, divisamos con claridad e inmenso gozo las maravillosas vistas del Port del Compte y el Pedraforca, cubiertos por la nieve de la semana anterior. Más atrás, entre las estribaciones del Prepirineo que nos rodea, y en la lejanía, divisamos algunas cumbres del Pirineo sepultadas por una generosa capa de inmaculada nieve.
-       De pérdida en pérdida… camino del pantano.
Apenas si hemos iniciado la etapa, al toparnos con un solitario polígono industrial, nos despistamos ¡cosa rara! y nos adentramos por una senda equivocada. Suerte que algún espabilado se percata del error y nos pone en cuarentena. Debido a la proliferación de “jefes”, y a la singular organización, necesitamos un buen rato de discrepancias, discusiones y reflexión, para podernos de acuerdo y retomar el rumbo correcto. Es el sino de nuestro grupo: ¡varios encargados por trabajador! 
Conforme avanza la mañana, vamos perdiendo y recuperando la senda correcta, como si del Guadiana se trataba ¡Florenci, vuelve y pon un poco orden! 
En torno a las diez de la mañana nos detenemos en un recodo del camino para desayunar. Tras la ingesta de los bocatas, compartimos los suplementos que suelen ser habituales: galletas, chocolates, frutos secos, vino, aguardiente… y té. Bueno, el té no nos alcanza a varios de nosotros. Parece ser que el señor Castillo se ha olvidado de sus verdaderos amigos y se ha vendido a los conocidos. ¿Dónde estás Cati? ¡No es que añoremos tu presencia, es que no nos llega el té! 
Nada más retomar el camino volvemos a coger una ruta alejada del track. Tras la correspondiente agrupación, y las habituales discusiones, llegamos a la sabia conclusión de que es necesario retroceder para recuperar la senda correcta. 
Desandamos unos doscientos metros y nos adentramos por un estrecho sendero cubierto de maleza y matorrales, que permanece semi oculto entre la naturaleza del bosque. Poco a poco vamos ascendiendo la cuesta hasta alcanzar una planicie, donde se alza una solitaria masía rodeada a campos de cultivo. Al pasar por la finca sale a nuestro encuentro una jauría de chuchos ladradores. Los cánidos, más que amenazadores, se limitan a mantenerse alejados de nosotros, y desde la distancia, a mostrar, con temerosa prudencia, su incomodidad por la invasión de su propiedad, por parte de los alocados intrusos. 
Tras dejar atrás la hacienda perruna, alcanzamos una pista forestal que discurre por entre los sembrados. A pesar de la nitidez del camino, los de la avanzadilla nos saltamos el cruce, a la izquierda, y a punto estamos de provocar una nueva pérdida. ¡Vaya día! Algún mal pensado lo achaca a una jugarreta de Josep Ferrer, para vengar su ausencia y hacernos pagar los platos rotos de pasadas ocasiones. 
Luego de transitar un rato, de nuevo, por el bosque, alcanzamos la cota y al fondo divisamos el repleto pantano de San Ponç. Entonces, alguien, se percata de las ausencias de Paco Victoria y Pepe Hervás. Como no podía ser de otra manera, los ponemos verdes, despotricamos de su actuación y comenzamos a calibrar el retraso que su irresponsable aventura acarreará al grupo.

Mientras pretendemos descender para alcanzar el pantano, nos damos cuenta de que volvemos a estar extraviados. Un nuevo cónclave convence a los cuerdos de que es necesario volver sobre nuestros pasos para localizar el camino correcto. Sin embargo, los más listillos (Ana, Carmen, Maribel, Evaristo y yo), decidimos hacer odios sordos a la sensatez, tirar por la tangente y lanzarnos a la aventura por la pendiente que conduce al embalse. Avanzamos por entre los árboles, lahojarasca y el matorral; sin senda que seguir; salvando el desnivel y saltando piedras como cabras montesas, con destino a la presa. 
En un claro del bosque, observamos, atónitos, cómo Paco Victoria y Pepe Hervás, avanzan tranquilos y charlando amigablemente por el camino que bordea el pantano. No solo no estaban extraviados, sino que la pareja de descarriados ha avanzado por la senda correcta y llegará al punto de reunión bastante antes que todos nosotros. ¿Quién fue el truhan que osó criticarlos por la espalda? 
Cuando alcanzamos el dique nos reciben los dos amigos y estos se interesan por nuestras andanzas. Con la cabeza gacha, nos vemos obligados a reconocer que ellos, a los que creíamos extraviados, han resultado ser bastante más listos que nosotros. Que su decisión de continuar por el camino forestal, que discurre en paralelo al embalse, las ha conducido al lugar correcto, sin pérdidas, rodeos, ni alocados descensos, y que, además, se han ahorrado centenares de metros. 
Mientras aguardamos la llegada de nuestros compañeros, matamos el tiempo charlando y fotografiando el espectacular paisaje que nos rodea. Las impolutas aguas el pantano absorben la hermosura del lugar y nos la devuelven en forma de reflejos: el bosque de pinos y algunos chopos deshojados, el humo de una fogata, el cielo encapotado, y, al fondo, como si de una obra pictórica se tratara, la majestuosidad de las cumbres nevadas del Prepirineo y el cielo grisáceo de las nubes cargadas de humedad. 
Una vez reagrupados todos, solicitamos la ayuda de una amable deportista que corre por las inmediaciones, paraqué inmortalice el momento con los móviles y las cámaras convencionales. 
Concluido el posado para la fotografía de rigor nos dividimos en dos grupos y reemprendemos la marcha. Unos, los del grupo B, en dirección a Clariana de Cardaner donde concluirán su recorrido; y los otros, los del grupo A, en dirección a la meta: Cardona.
-       Un río cristalino y una granja infame.
Nos alejamos del pantano avanzando por la margen derecha del río Cardaner. Su caudal: manso, relajado y cristalino, nos acompaña durante un buen rato. Él, calmoso, descendiendo pausado y cantarín por la cuenca fluvial; y nosotros, charlatanes y desperdigados, zigzagueando de aquí para allá, a su vera, para salvar los obstáculos de la senda y la frondosa vegetación que nos rodea. 
En las inmediaciones de una nueva masía atravesamos el caudal del río, por un puente, y nos disponemos a continuar avanzando por la margen izquierda. 
La vida es una suma de contrastes. De la belleza del río y sus inmediaciones pasamos, en un santiamén, a un escenario inesperado y desolador.
Al entrar en la propiedad, descubrimos 
varios animales domésticos enclaustrados en sus cercados, cuadras y pocilgas. Las vacas se hacinan en un cobertizo sucio e inundado de boñigas. Parece ser que al ganadero no le importa demasiado que las rumiantes chapoteen en sus propios excrementos, pues el estiércol les llega por encima de las pezuñas y la piel de sus costados está toda “decorada” con la inmundicia de las heces. Poco más adelante nos topamos con unas pocilgas donde gruñen los cerdos. El estado de limpieza de las mismas no mejora en demasía al de sus compañeras de cautiverio. Finalmente, localizamos una nave donde permanecen enrejadas unas cerdas de  engorde en unas condiciones de espacio lamentables. ¡Qué ineptitud, dejadez y desprecio hacia los animales! 
A consecuencia del desgraciado hallazgo, surgen voces críticas sobre el maltrato animal y las insalubres e indignas condiciones de hacinamiento y habitabilidad, que sufren la mayoría de los animales destinados a la cadena de alimentaria. 
Una vez abandonada la morada de los horrores nos adentramos, de nuevo, entre la naturaleza del monte. 
Para sorpresa general, varias vacas que viven en libertad, salen en estampida de entre los árboles y, asustadas, huyen a la carrera de los intrusos, hasta alcanzar una distancia prudencial. Entonces, se detienen y nos observan desconfiadas.
-       ¡Entre Tacks y marcas!
Escrutados por la recelosa mirada de las herbívoras detenemos la marcha. De nuevo parece ser que vamos fuera de track y conviene encauzar el rumbo. Los amantes de las tecnologías se decantan por hacer caso al Tack y olvidarse de las marcas. Los más tradicionales, prefieren hacer caso de las marcas y dejar el Track para ´momentos de pérdida contrastada. En definitiva, que vuelven a surgir las desavenencias sobre qué método debería prevalecer. Tracks o marcas, sea cual fuere, es lo de menos. lo esencial sería que nos pusiéramos de acuerdo. 
Para no tener que volver sobre nuestros erráticos pasos, decimos continuar por sendero haciendo caso a las marcas recién pintadas. La decisión no se basa en el consenso, sino en la convicción inquebrantable de los que vamos en cabeza. ¡Para qué votar, si en este país todos ganan y cada cual hace lo que le apetece! 
Siguiendo las marcas del GR3 nos acercamos a las proximidades de Cardona. Volvemos a cruzar el cauce del río y avanzamos por una carreta secundaria que discurre entre los campos de cultivo y las viviendas de las inmediaciones. 
Frente a nosotros se alza la población con su imponente fortaleza dominando el paisaje. A través del Wake contactamos con los compañeros del grupo B y les informamos que nos quedan unos veinte minutos. ¡Qué ilusos! 
Poco antes de alcanzar las casas de la parte baja del poblado, cruzamos la carretera principal, por debajo de un puente, y acometemos la exigente subida por una calle asfaltada. 
El grupo se estira y los jadeos nos acompañan en el ascenso hasta la puerta de la antigua muralla. Allí detenemos los pasos, nos reagrupamos y recuperamos el resuello. Disertamos sobre la ruta a seguir para alcanzar a la Plaça de la Fira donde nos esperan nuestros compañeros. Por una vez, decidimos hacer caso a la lógica y siguiendo las indicaciones de los carteles nos encaminamos a la citada plaza. Al final, y fieles a nuestro  habitual proceder, nos saltamos el último desvío y alcanzamos la plaza por la parte trasera, tras el conveniente rodeo. 
Concluida la etapa nos apelotonamos en la carpa exterior del Restaurante  “El Menut de la Bauma”. El espacio es tan reducido que Dolors y Pitu deben irse a una estancia contigua para poder tomar asiento.
-       Día de celebraciones:
Somos tantos los Grmanos, que es habitual la celebración de alguna efeméride al finalizar cada etapa. Hoy, para no ser la excepción, se nos juntas dos eventos: los aniversarios de Evaristo y Paco Ortega, y ambos vienen cargados de embutido, aceitunas, pastas, dulces y otros presentes para conmemorar su juventud. 
Paco Ortega, al percatarse de la doble coincidencia, decide guardar sus alimentos y posponer la celebración para la siguiente jornada. ¡Adiós empacho! 
Una vez hartos de bocadillos, platos cocinados, ensaladas, frutos secos, patatas fritas, embutidos, pastas, chocolates y otros manjares, corre sin control el orujo gallego de Paco Troya y el vodka de Antonio. ¡Pandilla de glotones y borrachos!

Restaurante “El Menut de la Bauma” 
Plaza de la Fira, 19
08261 Cardona (Barcelona)
93 869 10 02

Blog de GRManía:
http://grmaniaweb.blogspot.com.es/
  
Cardona
Sábado, 17 de febrero 2018.

domingo, 4 de febrero de 2018

GR3: Etapa 5ª (13-01-2018)

Madrona - Solsona.


Se acabó la fiesta y volvemos a la cruda realidad. Apenas treinta caminantes apuntados en la primera etapa del 2018. Podríamos achacarlo a que la jornada discurre por zonas boscosas y son escasas las posibilidades de adaptar el recorrido a conveniencia. Pero la realidad es más simple. Todos sabemos que en Solsona no hay efemérides que celebrar; que no nos recibirá el Sr. Obispo; que no hay recital literario en perspectiva, y, mucho menos, comilona a la vista. En definitiva, que la jornada es para caminar, y no... ¡para comer y cantar!
Para sorpresa general, el vehículo, que nos dejará en la ermita de Madrona, es el adecuado para la ocasión: pequeñito y coquetón. Ideal para no encallar en las ceñidas y enrevesadas carreteras secundarias del interior. Además, presenta la novedad de que, por primera vez en mucho tiempo, al volante del mismo se sienta una bella dama. La fémina, rubia y de buen ver, parece simpática y solícita.
Sin embargo, hay un aspecto que comparte con todos sus queridos compañeros de profesión -da igual si son hombres o mujeres-. Todos poseen la habilidad de escoger siempre el camino más largo. ¡Suerte que viajamos con el precio pactado de antemano, y que pagamos por trayecto, y no por kilometraje! Son tantas las vueltas que damos para alcanzar los destinos que, si cotizáramos por kilómetros recorridos, nuestras arcas tendrían más telarañas que un pajar abandonado.
La ruta automovilística nos hace recorrer las comarcas del Vallés Occidental, el Baix Llobregat, el Anoia, la Segarra y la Noguera, hasta alcanzar el Solsonés. Allí, en la riera de Madrona, abandonamos la calidez del autocar y ponemos pie en tierra para iniciar el recorrido de la jornada.
El contraste entre la temperatura del habitáculo y la del exterior es evidente. El paisaje tirita bajo la generosa helada y a cada expiración nuestra le sucede una blanquecina nube de vaho que se desvanece en el aire. Sin dilación, combatimos el frío matinal cubriéndonos con nuestras chaquetas, gorros, guantes, buffs…
De salida, descartamos el camino en ascenso, que conduce a la ermita, de Madrona (¡la plegaria para los pecadores!)y acortamos por la carretera comarcal.
Recién iniciada la marcha nos estiramos como una goma de mascar. Pero, para sorpresa general, a la cabeza del pelotón no transitan los de velicistas de siempre, sino simples mortales. ¿Qué harán en la retaguardia los habituales corredores?
Mientras acometemos una de las varias subidas de la jornada, divisamos, a la derecha de la carretera, un corral habitado por media docena de rumiantes. La mayoría de ellos permanecen a cubierto bajo un rústico techado de uralita, para guarecerse de la helada, y se alimentan del pienso que llena los pesebres. Solo una solitaria vaca: esquelética, peluda, sucia, y con claros signos de debilidad, se desplaza, cojeando, desde la gélida intemperie hasta desguarecido cobertizo, para reunirse con sus compañeras e intentar probar el alimento compartido.
La mayor parte de la etapa discurre por una zona de barrancos: la riera de Madrona, los barrancos de San Tirs, el Pinell, Gaspar, de Ribalta y Rassa del Masnou. El ondulado trazado serpentea, en un constante sube y baja, por entre campos de labranza, masías y ermitas aisladas; zonas de matorral y superficies boscosas. Estas últimas pobladas por encinas, chaparros, robles y pinos.
En nuestro avance, vamos alternando zonas de asfalto (hasta San Tirs), con  pistas forestales, caminos, sendas y trochas curtidos por la helada.
La ausencia de transitadas vías automovilísticas nos permite disfrutar de un acogedor silencio durante toda la jornada. La quietud que se ve alterada, solo, por nuestros gritos, las risotadas y las consabidas llamadas a través del Walkie.
A primera hora de la mañana, y tras alcanzar una loma, los de la retaguardia divisan un ciervo ramoneando en un espacio abierto, en la hondonada del barranco del Pinell. El animal salvaje se desplaza tranquilamente, ajeno a nuestra presencia, y seguro de que la distancia que nos separa, la mantiene a salvo de nuestra curiosidad.  
 El hambre aprieta, el personal comienza a impacientarse y nos reagrupamos para localizar un espacio donde detenernos a desayunar. Descartamos una explanada que se abre al lado del camino por no reunir los requisitos indispensables. La zona se encuentra en plena umbría y el suelo cubierto por la helada. Además, está delimitada por dos porterías de fútbol, y ocupada por grandes alpacas de paja, que, a modo de cilíndricos jugadores, amenazan con echar a rodar tras la pelota, si alguien hace sonar el silbato.
Junto al sendero que disecciona el bosque de Pinell, descubrimos “La Fossa del camí dels Casals”. En ella destaca una Cista neolítica datada del 3000 aC. Excavada en 1986, la tumba presenta forma de caja y conserva dos de las losas laterales, la de cierre frontal y la de cobertura.
Tras contemplar el antiguo monumento megalítico funerario, retomamos la marcha, no sea que aparezca el morador de la posada y nos dé un susto de muerte.
Hacia las diez de la mañana nos topamos con una masía abandonada, en cuyos aledaños se alza un cobertizo en estado ruinoso. Frente a las edificaciones se extiende un vasta explanada que en sus días de gloria debió ser la era. Esta se encuentra rodeada por un muro de piedras, erigido con el fin de allanar el terreno.
A la hora del desayuno repetimos todo nuestro ritual: demasiada la comida, bastante el vino, excesivos los complementos y alocada la inagotable verborrea.
Con el estómago, repleto reanudamos la marcha para transitar por la Serra de San Tirs, acogedora y solitaria, como buena parte del recorrido de la jornada.
Como viene siendo habitual, tras saciar el apetito, perdemos las formas y cada cual se las apaña como puede. Alternamos el asfalto con los caminos de tierra, y nos hacemos acompañar por aquellos que avanzan a nuestro ritmo.
Una vez hemos dejado a los compañeros del grupo B, a buen recaudo, en Viladric, descendemos hasta la reseca cuenca del barranco de Gaspar.
A lo largo de la jornada vamos pasando por varias zonas embriagadas de un perfume nada seductor. ¡No seáis mal pensados! No hace falta descubrir al humanoide expendedor de tales fragancias, pues durante el trayecto nos hemos ido topando con vacas, un ciervo, cerdos, dos caballos y…borricos de dos patas..
En las proximidades de Clarà, Ana, Paco Ortega y yo acometemos la última subida y nos olvidamos de Pep Ferrer. En un gesto de lealtad y camaradería le dejamos atrás para evitar que sufra con nuestro vertiginoso ritmo. ¡Qué detalle!
En la cima, Ana y yo nos detenemos, para desprendernos de nuestros abrigos, y cuando el amigo Ferrer está a punto de llegar a nuestra altura, reiniciamos la marcha, ¡vaya a ser que nos de alcance! ¡Consideración ante todo!
Como el señor Ortega tampoco se ha apiadado de nosotros dos, decidimos tentar a la suerte. Nos dejamos guiar por el GPS y nos aventuramos por un atajo que nos permite acortar un buen trecho del camino. Al recuperar de nuevo la senda correcta, nos hallamos muy por delante del amigo Paco y con el otro amigo, el pobre Ferrer, pedido en lontananza.
De manera un tanto absurda, el trayecto final, que marca Track, nos obliga a acometer la subida hasta el Castellvell, para acto seguido, descender nuevamente a la planicie en búsqueda de la mística Solsona. ¡Qué subida más inútil! ¡Con lo bien que hubiéramos ido por el barranco de Ribalta!
Una vez alcanzada la ciudad episcopal, localizamos el Bar del Casal de Joventut. La invasión repentina del local, por parte del sudoroso grupode charlatanes, pilla de sorpresa a dueña y dependienta. De inicio, casi nos niegan el acceso al recuinto, pero tras reflexionar, permiten que nos acomodemos en sus dependencias. Eso sí, nos sugieren que para la próxima ocasión les avisemos con la suficiente antelación. ¡Qué ilusas! ¡Es la enésima vez que visitamos su establecimeinto y aún se encomiendan a nuestra supuesta formalidad!
Tras recolocar mesas y sillas, a nuestra conveniencia, reponemos las pocas calorías perdidas en la batalla. Entre bocado y bocado, vamos picoteando del chorizo casero que Mª Ángeles ha traído para celebrar su aniversario. ¡Viva el 58!
Nuestro insaciable apetito nos “obliga” a devorar el chorizo leonés y las deliciosas galletas caseras portadas por Angelines. Para postre, además, nos atiborramos con los ricos bombones que Carmen Nieto ha traído para celebrar el nacimiento de su segundo nieto. ¡Larga vida al infante, a la abuela y a GRmanía!  

Casal de Solsona: 
Paseo Pare Claret, 0 S/N,
25280 Solsona, Lérida
973 48 08 11

Blog de GRManía:

Solsona
Sábado, 13 de enero 2018.