sábado, 6 de mayo de 2017

GR4 Etapa 8 (22-04-2017)

GR4 Etapa 8 (22-04-2017)
Sant Vicenç de Castellet - Montserrat. 

En la etapa de hoy, sábado 22 de abril de 2017, concurrirán tres acontecimientos  especiales: Finalizaremos este precioso GR4, alcanzaremos el Monasterio de Montserrat, y celebraremos la tradicional Diada literaria de Sant Jordi. Lástima que las circunstancias personales impidan a varios de nuestros habituales compañeros de fatigas acompañarnos en el disfrute de la etapa y sus particulares eventos.

Dada la cercanía del desplazamiento, y lo avanzado de la estación en la que nos encontramos, saldremos hacia nuestro punto de partida a plena luz del día.

Mientras platicamos en espera de la llegada del autocar se descubre un pequeño malentendido. Algunos GRManos, al no estar seguros de si se celebraría o no el intercambio literario, se presentan en la parada del bus sin los pertinentes libros.

Aunque la etapa es relativamente corta y no demasiado exigente, de salida, nos dividimos en dos grupos. El grupo A parte de Sant Vicenç de Castellet por una amplia y polvorienta pista forestal con dos claros objetivos: el primero, atrapar a nuestros compañeros de la avanzadilla; y el segundo, alcanzar el Santuario de la Moreneta antes de que los tórridos rayos solares achicharren nuestras seseras.

Después de tres cuartos de hora caminando en leve ascenso por la reseca pista forestal, en cuyas márgenes languidecen inertes varias barracas de piedra, nos topamos con unas naves de ganado de las cuales amena un perfumado olorcillo a estiércol que impregna el ambiente y nos acompaña durante un buen rato. Una vez superado el escollo olfativo, el desecado camino desemboca en una curva pronunciada de la carreta BV1122, a la derecha de la cual se halla el bar el Racó, punto de partida de los compañeros del grupo B.

La extensa explanada que hay frente al citado establecimiento sirve como lugar de reagrupación para los integrantes de la sección A. Los primeros en llegar a la planicie acomodan sus posaderas en unas piedras, comienzan a desempaquetar sus ricos bocatas y se disponen a dar buena cuenta de ellos. Sin embargo, apenas los pobres hambrientos han hincado el diente, un par de veces, en el suculento manjar, la mayoría de caminantes desiste de detenerse allí y se pospone la hora y el lugar del yantar para más adelante. Tal decisión, obliga a los famélicos a empaquetar de nuevo sus viandas y a ponerse en marcha por la senda que discurre entre la riera de Marganell y la citada carretera BV1122, hasta el término de Sant Cristòfol.

Al poco de adentrarnos en la estrecha pista dejamos a nuestra izquierda, y sin visitar, la capilla románica de Sant Jaume de Castellbell, y pasamos de largo junto al centro de equitación Natural Hípic, que queda a la derecha. Allí, en una pradera vallada con alambres electrificados, se alimentan varios ponis que, impertérritos, hacen caso omiso a la invasión de los intrusos caminantes forasteros.

A caballo entre Sant Cristòfol y Marganell, avanzamos junto a un precioso plantío de cereales, que luce orgulloso el refulgente verdor primaveral de sus jóvenes tallos, mientras, sus espigas, aun sin granar, se mecen lentamente acompasadas al son de la brisa matinal cual olas de mar batidas por suaves ráfagas de viento.
Nuestros sentidos permanecen completamente embelesados bajo los efectos del impresionante cuadro pictórico que nos envuelve: Un precioso y extenso vergel a nuestros pies; las golondrinas revoloteando al compás de sus trinos por encima de las espigas; la rocosa majestuosidad del Macizo de Montserrat al fondo; el sol surcando el cielo por el impoluto azul de la despejada jornada; y el reconfortante silencio de la campiña revistiendo de paz el encanto. .

Tras dejar atrás el refulgente campo de cultivo nos adentramos en la urbanización El Prat y avanzamos en dirección sur, hasta la vecina Can Prat, a través de la solitaria calle de la Agulles. La fantasmagórica vía asfaltada mantiene ocultas las almas de los recluidos lugareños, y solo el hosco ladrido de los coléricos canes, que celosos custodian las clausuradas propiedades, rompe la monotonía del desamparado lugar.

Poco antes de las diez y media de la mañana, y una vez rebasadas las últimas viviendas, localizamos una explanada en el bosque situada entre nuestro camino y el torrente de Can Martorell, y abandonamos la senda para reponer fuerzas. Nos acomodarnos en el virginal y despejado suelo del ralo bosque y, entre risas, bromas y chanzas, engullimos nuestro exquisito desayuno, mojamos el gaznate con el delicioso vino de la bota de Paco y devoramos todo tipo de alimentos calóricos: galletas, chocolates, frutos secos… ¿Qué buen paladar tenemos para dulces y demás comestibles suplementarios! 

Concluido el suculento desayuno recogemos bártulos y reiniciamos la marcha. La proximidad de la mágica montaña Montserrat imanta nuestra visión y, hechizados, nos vemos obligados a mantener fija la mirada en la espectacularidad de la misma.

Sin prisa, pero sin pausa, vamos avanzando y alcanzando altura prácticamente sin percatarnos. El ascenso por esta vertiente es bastante cómodo y muy llevadero. Nada que ver con el exigente y fatigoso camino que une Monistrol con el Santuario.

Relajados, descansados y risueños, alcanzamos la antigua abadía benedictina de Santa Cecilia. Y, para no romper la tradición, y seguir siendo fieles a nuestra idiosincrasia, dejamos para mejor ocasión la visita a las dependencias monacales y los rezos en la ermita del mismo nombre. ¡Que Dios se apiade de nosotros!

En la escalinata que hay frente a la ermita de la abadía nos reagrupamos para hacernos una fotografía conmemorativa del evento. Con el objetivo de salir todos los presentes en la toma, Antonio Gil solicita ayuda a uno de los visitantes que merodean por el lugar, pero para sorpresa general, el obtuso “caballero” se niega a tomar la instantánea y debe ser nuestro fotógrafo particular el que inmortalice el instante.

En el citado lugar de culto coincidimos con un grupo de jóvenes que se dirigen al mismo lugar que nosotros. Mientras nos hacemos la foto, ellos se ponen en marcha ocupando la amplitud del camino en su totalidad. Debido a que su ritmo es extremadamente cansino, y que la senda es algo estrecha, no conseguimos adelantarlos y nos vemos obligados a transitar lentamente tras ellos durante un buen trecho. La marcha de la numerosa e ínclita juventud es tan parsimoniosa que nos permite detenernos repetidamente, y cada poco, a observar los diferentes escenarios del imponente macizo: les agullas, el cavall Bernat, els flautats, la paret del diable, la trompa de l’elefant, la mòmia, el mirador de Sant Jeroni; los valientes escaladores ejercitándose…, y girando la vista hacia otros horizontes, la extensión del verde Bages; los nevados Pirineos en lontananza; la cuenca del Llobregat; las estribaciones del Vallés Occidental con la Serra de l’Obac, la Mola o el Montcau.

Finalmente, los agotados y sudorosos veinteañeros se detienen en un recodo del camino para recuperar el resuello, momento que aprovechamos nosotros, con escaso disimulo, para adelantarlos a la carrera, poner pies en polvorosa, y poder transitar a nuestro ritmo.

A pesar del inoportuno tapón que la calmosa tropa juvenil ha ejercido sobre los del grupo A, observamos con insano regodeo que tenemos al alcance de nuestra vista a los sufridos componentes del grupo B. Al olor de la rica presa, nos lanzamos en su búsqueda como fieras hambrientas en pos de su ansiada captura. Momentos después, llegamos a su altura, los sobrepasamos, los abandonamos a su suerte y seguimos adelante, obviándolos, hasta presentarnos en la ansiada meta. ¡Primero de los objetivos de la mañana superado!

La última parte del recorrido, que converge con el camino que conduce de Sant Jeroni hasta el Santuario de Montserrat, discurre en un prolongado descenso a través de unas irregulares e incómodas escaleras. Éstas, cimentadas en unos desvencijados peldaños desiguales, labrados en la piedra de la propia montaña, o erigidos sin ningún tipo de miramiento con materiales de construcción, nos obligan a caminar concentrados en la anómala y farragosa superficie para no trastabillar y darnos de bruces con el suelo.

Pasadas las 12 del mediodía vislumbramos el Monasterio desde las alturas, y minutos después, nos perdemos entre la ingente la multitud de curiosos que deambula de aquí para allá por las calles del lugar. Muchos, simples turistas ocasionales de excursión; varios, asiduos visitantes de la abadía; algunos, eventuales creyentes del catolicismo; y los menos, fervientes practicantes de la oración y el culto religioso. ¡Segundo objetivo para el zurrón!

Entre nosotros, los esforzados caminantes, destacan sobre manera los amantes de la espumosa cerveza. Y como casi todos conocen perfectamente las particularidades del lugar, la mayoría se decanta por visitar el bar, descansar, degustar unos sorbos de la rubia y refrescante bebida, y desechar la idea de invertir los pingües caudales en velas, ofrendas, limosnas, oraciones, peticiones al altísimo, o ideas por el estilo, que se supone regeneran el alma, limpian la conciencia, perdonan las ofensas y liberan del mal a los pecadores.

Pasadas las 13 horas nos reencontramos todos en el repleto aparcamiento del recinto para acomodarnos en los asientos del autocar. Minutos después partimos, alegres y ruidosos como siempre, hacia el Bar "El Caliu", de Casstellbel i el Vilar, donde pretendemos realizar la comida del mediodía y, acabados los postres, celebrar el evento literario de San Jordi.

Distribuidos por grupos en las mesas rojas de la terraza vamos consumiendo los variados y particulares alimentos preparados la noche anterior. Los GRManos más sibaritas tiran de la socorrida fiambrera; otros, quizás más prácticos, lo hacen de emparedados generosamente preñados; y algunos, menos previsores o posiblemente más espabilados, se zampan unos sugestivos platos combinados o raciones variadas, encargadas a la camarera que se cuida de servirnos en el exterior del establecimiento público. Tras los abundantes postres, y para complementar la generosa comilona, nos embuchamos, glotonamente, una caja de galletas caseras aportadas para la ocasión por la generosa Angelines. ¡Qué delicia de pastas!

Finalizado el suculento banquete varias mozas del grupo se encargan del reparto de los números que determinarán el orden de recogida de libros a intercambiar. Contrariamente a lo que canta el refranero, una de las desinteresadas organizadoras, que “parte y reparte”, infortunadamente se quedará sin su parte.

El acto cultural alcanza el pleno apogeo con la lectura del precioso poema de la Mallorquina Antonia Vicens, “Poesía”. Nuestras versadas compañeras Núria y Cati, ora en català, ora en castellano, (obviamos el urdú), nos emocionan con la inigualable belleza de las rimas.
La poesia
Antònia Vicens (Santanyí, Mallorca, 1941)
Plana sobre
la vida fulgors d’altres mons
t’esclata als ulls també
estrelles
d’aigua eixugades a la cala
de la infantesa quan
retuts tornen
els àngels ja sense
sal sense ales i tu
intentes agafar-ne les ombres
penjalls als fils
d’estendre les paraules l’hora
que més voldries
revocar els morts que
et pugen per
les cames
baldament omplis
la nit
de colomes blanques tot
esperant
una espurna de foc
que t’encengui el poema.

Acabado el festejo recuperamos nuestros asientos en el autocar y partimos felices rumbo a casa, de la que apenas nos separa media hora de carretera.

¡Feliz Diada de Sant Jordi, compañeras y compañeros!
 
Restaurant El Caliu
C/ La Bauma 2- 4
08296 Castellbel i el Vilar - Barcelona
Tel.:   938282353
 
http://dondecomer.es/barcelona/castellbell-vilar/caliu-20/

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Sábado, 22 d’abril de 2017.