sábado, 2 de abril de 2016

GR2 - Etapa 7 (12-03-2016)

Rupit – Vilanova de Sau. 

De nuevo, y como viene siendo habitual en las últimas jornadas, autocar casi al completo, aunque a última hora algunos veteranos/as se hayan caído de la lista.

Sin apenas percatarnos del hecho, hemos pasado de partir de Terrassa en la más absoluta oscuridad a hacerlo con la luz del alba despuntando por el horizonte. Y en puertas de finalizar este extraño invierno nos disponemos a disfrutar de una nueva y reconfortante etapa. Dejaremos atrás la maravilla paisajista de la inigualable Garrotxa para adentrarnos en la diferente, pero no menos bella, comarca de Osona. 

A pesar de que el final de la inexistente y fría estación está cercano, y de que el aumento de horas solares es ya evidente, el adormecido invierno se resiste a perecer. Una álgida y generosa helada cubre de humedad congelada la silenciosa campiña y tamiza, con su manto acristalado, los tejados de las edificaciones. 

A su tiempo, y sin extravío alguno que lamentar, nos presentamos en el aparcamiento de la atractiva Rupit para iniciar el recorrido. A horas tan tempranas, la pequeña población, habitualmente concurrida, nos recibe muda, desértica y adormecida.

Nada más descender del autocar, los más espabilados encaminan sus pasos hacia los servicios públicos para liberar de líquido sus repletas vejigas ¡Uf que alivio! 

La presencia del sol y la ausencia de viento enmascaran los rigores de la fresca mañana. Como el inicio de la etapa es en ascenso, surgen, de inmediato, dudas razonables sobre la conveniencia de protegernos concienzudamente, o guardar en la mochila las prendas de abrigo y encarar la pendiente hasta el Mas Rajols a cuerpo. Solo los más osados caminantes esconden sus abrigos y con gran valentía acometen la subida, evitando con ello el sudario que ésta provoca en los demás.

El recorrido de hoy discurre por las inmediaciones del altiplano de Collsacabra, y en nuestro alocado avance atravesaremos la Serralada Transversal de norte a sur. 

Si hace unas fechas era el fotógrafo Rafael quien sufría los rigores de la soledad, hoy el turno le toca al Trackero Josep Ferrer. Y al igual que sucediera entonces con el retratista, hoy, el luchador “iaioflauta,” refleja en su desencajado rostro la angustia del caminante solitario. Él, habitual y lenguaraz parlanchín, apenas si abre la boca. Permanece cabizbajo y con la mirada perdida, arrastrando cansinamente los pies y desconfiando de su sombra y su propio GPS. Es tal su angustioso estado de ensimismamiento que nos vemos obligados a levantarle el ánimo varias veces a lo largo de la jornada, propinándole repetidas y lastimeras palmaditas en la espalda, para evitar que el ocioso jubilado no tire definitivamente la toalla y continúe avanzando sin desfallecer. Ya sabes, María Ocaña ¡No más jornadas de puertas abiertas en el curro, o el pobre Josep no lo superará!

Resulta significativo qué mientras “ellos” deambulan perdidos, “ellas”: Tessa, María Morales, Aurelia, Pili, Rosa Gil y alguna otra que no recuerdo, para nada echan de menos a los maridos ausentes. Las lozanas mozas caminan como gacelas en libertad y se desplazan con la cabeza bien alta. Alegres, risueñas y dicharacheras se muestran esplendorosas cual flores de primavera. ¡Qué cosas tiene la vida! ¿Queda claro quiénes son las fuertes aquí? ¡Ellas sin ninguna duda! 

Viendo la descoordinación y las incontables pérdidas de la última jornada, uno se hace cruces, y se sorprende, de que los que se estrenaron hace poco en el grupo repitan nuevamente la experiencia. ¡Gracias por vuestra obtusa confianza! 

Tras el liviano ascenso hasta la planicie de la Masía Rajols nos reagrupamos y caminamos por los Cingles del Pla Bolixer. Dejamos  de lado, a nuestra derecha, el Cim de Rocallarga y, al fondo y a la izquierda, l’agullola i el Far.

Mientras contemplamos las preciosas vistas que la atalaya nos ofrece, Paquita y Conchi sufren un ataque de hambruna repentina a deshora. Inconscientes ellas, desenvuelven sus bocatas y comienzan la ingesta de los mismos. Sin embargo, los machos alfa no se dan por enterados, levantan el vuelo y ponen rumbo a una cercana explanada, en el centro de la cual descansa una gigantesca roca de granito. Allí, todos sedntaditos, establecemos el campamento y engullimos el ansiado desayuno. 

En el trayecto hacia el plano, unas piedras suelas del camino se interponen en el transitar de Sonsoles y la hacen trastabillar. Pero como la moza es originaria de tierra de cantos, y va acompañada de un Santo paisano como yo, salva el escollo sin padecer percance alguno. Quien no tiene tanta suerte es una de las novatas, que ve como sus nuevas y relucientes zapatillas se hunden en una fresca, mullida y generosa plasta de vaca de las muchas que motean los pastos de montaña.

Una vez acomodadas las posaderas en unos montículos de la minada pradera, atacamos con gula nuestros bocatas y observamos atónitos como las mozas del grupo acaban con el vino de una de las botas. ¡Que borrachuzas ellas! 

Alejados de la ruidosa muchedumbre se instalan los amantes Maribel y Antonio, y a la par que ingieren sus bocatas, charlan amistosa y distendidamente sobre asuntos particulares. ¡Tantos años juntos y aún tienen cosas que contarse!

A la hora de los postres, oteo el horizonte y por las alturas creo reconocer el vuelo de unas fascinantes águilas. Sin embargo, Paco Ortega, y algún otro de los cercanos comensales, me sacan de mi ensoñación y me informan de que las aves que revolotea por el cielo no son águilas sino cuervos. Como no podría ser de otra manera, achaco mi burdo equívoco a la suciedad de las gafas y descarto por completo que el desatino se deba a una errónea percepción de mis sentidos.

Acabado el banquete mañanero avanzamos por los Cingles de Tavertet hasta alcanzar un impresionante mirador desde el cual, ahora sí, observamos el bello y majestuoso vuelo de varias águilas, algunos buitres y un precioso alimoche. Este último perfectamente identificado por mis cuatro ojos, los cuatro de Sonsoles y dos más de Ginés. ¡Sin duda alguna, diez ojos ven bastante más que dos!

Al poco de dejar atrás el mirador nos topamos con la lujosa construcción de l’Aven de Tavertet. Lugar paradisíaco de descanso y ocio para gentes que buscan el relax y el reposo entre la naturaleza y el silencio, pero que a la vez disponen de un generosa billetera con la cual poder hacer frente a la elevada factura que la estancia en la bucólica mansión genera.

Después de serpentear repetidamente por una ancha y asfaltada pista forestal alcanzamos Tavertet. En una céntrica plaza del pueblo detenemos nuestros pasos para reagruparnos y realizar la acostumbrada fotografía de grupo, dejando a nuestra espalda la pared del centenario patio de la iglesia, o… ¿quién sabe?, ¡tal vez la restaurada tapia de lo que antiguamente fuera un santo cementerio!

En la instantánea se encuentran a faltar las figuras de Pepe Hervás y Paco Troya. La veterana pareja se han escabullido del grupo y se han adentrado por las callejuelas del pueblo, para inmortalizar el momento, con otra fotografía particular, en el mismo lugar donde antaño posaran ambos para la eternidad.

Plasmada la instantánea y descansado el personal nos dividimos en dos grupos y nos ponemos en marcha rumbo nuestros destinos. Cada cual a nuestro ritmo acometemos la exigente bajada por la pedregosa e inclinada canal que partiendo de las abruptas estribaciones del Collsacabra desemboca en el valle de Sau.

Con la vista del Pantano de Sau en nuestras retinas vamos descendiendo en fila de a uno, concentrados, sin prisa pero sin pausa, hasta alcanzar el valle del roble y posteriormente bordear las instalaciones del desamparado hotel la Riba.

En este punto, Paco Ortega confunde el camino y, en su afán de acortar el rodeo por el exterior de hotel, coge un rumbo equivocado. Se adentra, en solitario, por una senda paralela, pero en sentido contrario a la que habíamos traído en el descenso, y sin percatarse va alejándose cada vez más del pantano y aproximándose de nuevo a la Cinglera. Finalmente se percata de su error y retoma sus pasos. Aunque a esas horas los componentes del grupo A ya estamos en las proximidades del Pantano de Sau, inquietos y preocupados, pues desconocemos el devenir de sus erráticos pasos.

Luego de una nueva reagrupación, y de analizar el hecho acaecido con el amigo extraviado, los móviles comienzan echan humo y los Walkis se ponen a vociferar descontroladamente. Al poco, alguien confirma que ha hablado por teléfono con el descaminado y nos informa que de éste ha recuperado la senda correcta. De inmediato la calma vuelve al grupo y reemprendemos la marcha a fin de cumplir con el objetivo marcado y hacerlo dentro del horario previsto.

Una escalinata de 480 peldaños (según Antonio, aunque para mí fueron más de 1000) se presenta ante nuestros ojos y nos obliga a realizar un esfuerzo supremo hasta alcanzar el mirador de Sant Romà de Sau  y la carreta que transcurre a su lado. Una vez arriba, nos percatamos de que Evaristo y Ramón no se hallan entre los presentes. Entonces algunas voces críticas ponen el grito en el cielo y despotrican sobre la práctica habitual de ir cada uno a nuestra bola. ¡Suerte que los ausentes no oyen los comentarios, pues de lo contrario agacharían las orejas ante las reflexiones vertidas!

Una vez dejado atrás el altivo mirador acortamos por un atajo de la carreta y nos disponemos a continuar la ruta marcada por el track, que difiere de las marcas.

Una leve parada para despejar dudas, nos devuelve al camino que discurre junto al cementerio de Sant Romá de Sau, aunque al poco nos vemos perdidos entre la maleza, pues el nuevo propietario del Mas Francesc, en restauración, ha tapiado el sendero original del GR con ramajes y broza para evitar que los caminantes pasen por las inmediaciones de su propiedad. Mas como nosotros somos tozudos, y creemos tener la razón, desbrozamos en camino pretérito y atravesamos el patio de la solitaria residencia por el lugar donde siempre discurrió la verdadera senda. ¿Quién será el incívico personaje que se permite el lujo de inutilizar un milenario sendero de uso público, para uso privado, simplemente por voluntad propia?

Tras muchas jornadas de ausencia, hoy nos acompaña el incansable Florenci que, cual perrillo guardián, se preocupa por la integridad del grupo, vigila nuestro arrabundo caminar y, yendo sin parar de aquí para allá, intenta poner un poco de orden y cordura en el alocado grupúsculo de irresponsables caminantes. Esta singular pandilla panchovillesca necesitaría un poco de mano dura para hacerla entrar en verada, pero… ¡Ay amigos!... ¿Quién es el valiente que le pone el cascabel al gato?

Hacia el mediodía abandonamos la zona boscosa enclavada en el territorio de les Guilleries (por suerte sin habernos topado con el famoso bandolero Serrallonga ni con ninguno de sus ilustres compinches) y nos adentramos en un valle de secas praderas próximas a Vilanova de Sau. En dichos cercados pastan varias vacas mansurronas con sus terneros y algún que otro altanero toro; peludos caballos, y yeguas con sus crías. A la vez que un rancio olorcillo a heces de herbívoro perfuma el rural ambiente.

A la entrada de Vilanova de Sau pasamos por delante de la casa de Colonias “El Company” y, acto seguido, nos adentramos en el poblado por su empedrada calle principal hasta alcanzar la plaza mayor. A la altura de ésta, dejamos atrás y a nuestra derecha, la iglesia parroquial y seguimos avanzando hasta llegar al edificio del ayuntamiento. Poco después, en la margen izquierda de la calle, localizamos el Restaurante Ferrer de Tall (lugar escogido por los fugados Evaristo y Ramón para minimizar las consecuencias de su escapada en solitario, y evitar, con ello, ser quemados en la inquisitorial hoguera, por alguna ofendida GRMana).
Una vez acomodado el último de los GRManos en las mesas del establecimiento público, procedemos a saciar nuestro voraz apetito rellenando hasta los topes nuestro insaciable buche. ¡Comemos como osos recién salidos de la hibernación!

Sin embargo, la cosa no queda ahí ¡ni mucho menos! A la hora de los postres, Tessa nos invita a degustar generosos trozos de deliciosa coca, acompañados de dulces onzas de sabroso chocolate negro, para celebrar su reciente y bien llevado sesenta aniversario. ¡Muchas Felicidades Moza! 

Concluido el ágape, y en vísperas del inminente peregrinaje por tierras Gallegas, Paco Troya hace entrega de las camisetas confeccionadas para conmemorar la exitosa finalización del Camino de Santiago. ¡Gracias a tod@s l@s colaborador@s! Mientras, al mismo tiempo, un pringado servidor debe hacer de recaudador de impuestos ante la ausencia de nuestro particular tesorero: ¡El cobrador del frac, Joan Lluis! 

Del viaje de regreso a casa... mejor no hablar. El cansancio, los sudores y alguna que otra bomba olfativa anestesían al personal. Eso sí.. ¡Los ronquidos que no falten!



Bar-Restaurante Ferrer de tall (Vilanova de sau)

Passeig Jacint Verdaguer, Vilanova de Sau




Blog de GRManía:
 

4 comentarios:

  1. Excelente crónica, cómo es habitual. Me ha gustado lo de "los amantes Maribel y Antonio". Buen detalle. Y no eran 500 escalones. Eran 480, que los conté yo!

    ResponderEliminar
  2. Gracias amigo! Corregido el tema de los escalones, y aunque tú afirmes que solo eran 480, a mí me parecieran más de 1000.

    ResponderEliminar
  3. Una muuuy buena y fiel crónica de la etapa 👏👏👏

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias querida lectora por tus palabras. Hago lo que puedo jajajaja

      Eliminar